Una hueva de proporciones épicas
"Estos son los preparativos de las vacaciones que nos tomamos para descansar de los preparativos de las vacaciones que nos tomamos -o algo así-"
Mafalda
El deseo de este fin de semana comenzó el miércoles, cuando los vientos agoreros señalaban la necesidad de trabajar el sábado. de nada sirvió apurarse con los trabajos pendientes, pues la orden dependía de las autoridades, que corren como pollos descabezados; las contraórdenes dictadas el jueves parecían amarrar el sábado, por lo cual cancelé el fin de semana con mi madre, hermano y sobrinas. El viernes transcurrió apurado, sin descanso y cada minuto me acercaba más a un sábado aburrido encerrado en la oficina -si no era eso, era pasarlo en alguna empresa de ploteo-. Afortunadamente, la falta de coordinación y el desconocimiento de lo que se desea terminó con la amenaza y se nos dio la libertad.
Eran las 7:48 pm cuando llegué a la profunda soledad y absoluto silencio de mi casa. Después de un baño, encendí la televisión puse el disco dentro del reproductor de dvd's y alcancé a ver las letras de Universal darle la vuelta al mundo, me recosté en la cama y... A las 4:00 am, me desperté para apagar la tele, que tenía un menú repitiendo música e imagines en un loop interminable, y seguir babeando la almohada. Esta fue la primera batalla perdida contra la hueva.
La inevitable huaracha de uno de los vecinos me indicó que ya era de mañana, que era sábado, que estaba -el susodicho- lavando su auto y que una horda de salvajes no tardaban en hacer lo mismo. Me puse en pie, cargue mi saco de ropa sucia y encendí la lavadora, prepare un frugal desayuno y cambié las sabanas de mi cama. Aun no eran las nueve, me bañé y me senté a leer un rato -acabo de empezar a leer la doceava novela de lo que va del año, así que si alguien sabe de los que llevan el récord, díganles que conocen a alguien que si lee-. Cualquiera hubiera pensado que llevaba todas las de ganar contra le hueva y su campaña.
Con la gata a mis pies y la perra sobre mi cabeza, decidí dejar mi libro a un lado sesenta páginas más tarde, tenía plena intención de sacar la ropa de la lavadora... pero la flojera tenía otros planes. Abrí los ojos cuando un sonido familiar me perforó los oídos, era un mensaje de texto; en algún lugar de mi cuarto estaba el celular, pero la música terminó antes de descubrir donde. Cortando el profundo descanso de ambas mascotas, me levanté para sacar la ropa de la lavadora y colgarla, aprovechando que el sol estaba cobrándose con creces los pecados de los mexicanos y ya que estaba ahí, en la zotehuela -palabra que he buscado en diccionarios y nunca aparece-, limpié los desechos corporales de mis mascotas y deseé que fueran de peluche. Regresé decidido a mi lectura y recordé que acababa de comprar la primera temporada de Robin Hood -"nueva" producción de la BBC, con historia interesante pero una ropa que deja mucho que desear, cuando ves a Robin con boxers y camiseta ceñida al cuerpo, a Marian con suéter de marca y al sheriff de Nottingham con chanclas, algo no andaba bien respecto al apego histórico-. Cargado de hielos y bebidas refrescantes me hundí en la Inglaterra -más- ficticia de la serie. No lo supe en el momento, pero un regimiento de hueva se apoderó de mi cuerpo y fui vencido, de nueva cuenta.
Me volvió a despertar el celular, un mensaje, esta vez lo descubrí, estaba debajo de mi cama, las marcas de colmillos señalaron a la única culpable: Tammy. Era un mensaje de Vero, estaba ya en plena graduación y esta vez no había logrado escapar a su destino, se tuvo que vestir de niña bonita. Con mi habitual sarcasmo le contesté el mensaje sólo para descubrir que ya no tenía crédito. En la televisión un menú repetía incansable las imágenes y música del dvd que en algún momento se terminó de reproducir. Eran las 8:30 pm... La hueva se había llevado seis horas de mi vida. Enfurecido cambié mis shorts por pants y decidido me dispuse a salir a comprar crédito para responder a ese mensaje... Pero la cama me miró seductora, las almohadas sonrieron invitantes -completamente en contubernio con la hueva-. No lo pensé dos veces y decidí dejarme caer en su abrazo.
La alarma del celular cantó por tercera vez, eran ya las 11:18 pm, yo me encontraba atado de pies y manos, la hueva me miraba, decidida a humillarme una vez más. Debo admitir que ya no estaba yo en condiciones de oponer resistencia. Haciendo acopio de fuerzas, logré levantar el control remoto y apagué la tv. Con más esfuerzo logré apagar la luz y la malvada flojera me sofocó de inmediato.
Nunca supe cuando se fue, pero como mala amante, se largo sin despedirse, abochornado temía mirar mi cartera y descubrir que se hubiera llevado el efectivo. El sol aun estaba tímido en el cielo, por lo que, amodorrado, decidí tomar los famosos cinco minutos. Una hora más tarde ya estaba lavando trastes, barriendo y trapeando. Con decidida actitud planeé la comida para recibir a los viajeros y tomé un baño delicioso. No había rastros de la hueva, al contrario, me sentí renovado, enérgico. Cosa que me sirvió para corretear a la pequeña terrorista que, en algún punto de mi sumisión a la hueva, tomó mi libro y, sin recato o pudor alguno, le mordisqueó los primeros capítulos; puede ser que se considere crítica literaria, no sería extraño, Puccini -la gata- es crítica musical, siempre se sale de mi cuarto cuando escucho algo que no sea new age.
Regresé del súper cargado de bolsas con chuchulucos para preparar la comida y una insolación del 24 y medio. ¡Pinche sol! ¿Qué hay que hacer para que llueva? Cociné muy a tiempo, ya que mis viajeros llegaron justo cuando apagué la estufa. En pago de la comida recibí unos deliciosos pastes que casi me causan un coma diabético. Más tarde Miguel y yo tomamos fotos de la luna y "vimos" - mientras roncábamos- Beowulf y ambos en nuestras diversas preferencias lamentamos que fuera CGI. Más tarde la pequeña terrorista y yo fuimos a caminar al parque, ahora es ella la que parece que ha sido atacada sin misericordia por la hueva, en este momento ronca a pata suelta sobre mi cama.
¡Ah, qué delicia! Pasan de las 11:00 pm, es domingo y me siento descansado, tranquilo, listo para enfrentar una nueva semana, que por los avances, se que estará llena de sobresaltos y órdenes que serán cambiadas no apenas hayan sido emitidas.
La hueva se alejó, el saldo fueron horas perdidas, pero las ganancias son favorables, mi cerebro se siente como si hubiera tomado las vacaciones que le faltaban y mi cuerpo está relajado. Por años siempre le había temido a la hueva -y a sus ataques-, con el acostumbrado acelere citadino, uno tiende a planear fines de semana extenuantes, llenos de actividades que suponen un descanso productivo o por lo menos que no le diga a los demás que somos flojos y proyecte una mala imagen de nuestro descanso. Por primera vez me entregué a la hueva de lleno, sin reservas... ¿y saben qué? Deberían hacerlo ustedes también, de vez en cuando.
Mafalda
El deseo de este fin de semana comenzó el miércoles, cuando los vientos agoreros señalaban la necesidad de trabajar el sábado. de nada sirvió apurarse con los trabajos pendientes, pues la orden dependía de las autoridades, que corren como pollos descabezados; las contraórdenes dictadas el jueves parecían amarrar el sábado, por lo cual cancelé el fin de semana con mi madre, hermano y sobrinas. El viernes transcurrió apurado, sin descanso y cada minuto me acercaba más a un sábado aburrido encerrado en la oficina -si no era eso, era pasarlo en alguna empresa de ploteo-. Afortunadamente, la falta de coordinación y el desconocimiento de lo que se desea terminó con la amenaza y se nos dio la libertad.
Eran las 7:48 pm cuando llegué a la profunda soledad y absoluto silencio de mi casa. Después de un baño, encendí la televisión puse el disco dentro del reproductor de dvd's y alcancé a ver las letras de Universal darle la vuelta al mundo, me recosté en la cama y... A las 4:00 am, me desperté para apagar la tele, que tenía un menú repitiendo música e imagines en un loop interminable, y seguir babeando la almohada. Esta fue la primera batalla perdida contra la hueva.
La inevitable huaracha de uno de los vecinos me indicó que ya era de mañana, que era sábado, que estaba -el susodicho- lavando su auto y que una horda de salvajes no tardaban en hacer lo mismo. Me puse en pie, cargue mi saco de ropa sucia y encendí la lavadora, prepare un frugal desayuno y cambié las sabanas de mi cama. Aun no eran las nueve, me bañé y me senté a leer un rato -acabo de empezar a leer la doceava novela de lo que va del año, así que si alguien sabe de los que llevan el récord, díganles que conocen a alguien que si lee-. Cualquiera hubiera pensado que llevaba todas las de ganar contra le hueva y su campaña.
Con la gata a mis pies y la perra sobre mi cabeza, decidí dejar mi libro a un lado sesenta páginas más tarde, tenía plena intención de sacar la ropa de la lavadora... pero la flojera tenía otros planes. Abrí los ojos cuando un sonido familiar me perforó los oídos, era un mensaje de texto; en algún lugar de mi cuarto estaba el celular, pero la música terminó antes de descubrir donde. Cortando el profundo descanso de ambas mascotas, me levanté para sacar la ropa de la lavadora y colgarla, aprovechando que el sol estaba cobrándose con creces los pecados de los mexicanos y ya que estaba ahí, en la zotehuela -palabra que he buscado en diccionarios y nunca aparece-, limpié los desechos corporales de mis mascotas y deseé que fueran de peluche. Regresé decidido a mi lectura y recordé que acababa de comprar la primera temporada de Robin Hood -"nueva" producción de la BBC, con historia interesante pero una ropa que deja mucho que desear, cuando ves a Robin con boxers y camiseta ceñida al cuerpo, a Marian con suéter de marca y al sheriff de Nottingham con chanclas, algo no andaba bien respecto al apego histórico-. Cargado de hielos y bebidas refrescantes me hundí en la Inglaterra -más- ficticia de la serie. No lo supe en el momento, pero un regimiento de hueva se apoderó de mi cuerpo y fui vencido, de nueva cuenta.
Me volvió a despertar el celular, un mensaje, esta vez lo descubrí, estaba debajo de mi cama, las marcas de colmillos señalaron a la única culpable: Tammy. Era un mensaje de Vero, estaba ya en plena graduación y esta vez no había logrado escapar a su destino, se tuvo que vestir de niña bonita. Con mi habitual sarcasmo le contesté el mensaje sólo para descubrir que ya no tenía crédito. En la televisión un menú repetía incansable las imágenes y música del dvd que en algún momento se terminó de reproducir. Eran las 8:30 pm... La hueva se había llevado seis horas de mi vida. Enfurecido cambié mis shorts por pants y decidido me dispuse a salir a comprar crédito para responder a ese mensaje... Pero la cama me miró seductora, las almohadas sonrieron invitantes -completamente en contubernio con la hueva-. No lo pensé dos veces y decidí dejarme caer en su abrazo.
La alarma del celular cantó por tercera vez, eran ya las 11:18 pm, yo me encontraba atado de pies y manos, la hueva me miraba, decidida a humillarme una vez más. Debo admitir que ya no estaba yo en condiciones de oponer resistencia. Haciendo acopio de fuerzas, logré levantar el control remoto y apagué la tv. Con más esfuerzo logré apagar la luz y la malvada flojera me sofocó de inmediato.
Nunca supe cuando se fue, pero como mala amante, se largo sin despedirse, abochornado temía mirar mi cartera y descubrir que se hubiera llevado el efectivo. El sol aun estaba tímido en el cielo, por lo que, amodorrado, decidí tomar los famosos cinco minutos. Una hora más tarde ya estaba lavando trastes, barriendo y trapeando. Con decidida actitud planeé la comida para recibir a los viajeros y tomé un baño delicioso. No había rastros de la hueva, al contrario, me sentí renovado, enérgico. Cosa que me sirvió para corretear a la pequeña terrorista que, en algún punto de mi sumisión a la hueva, tomó mi libro y, sin recato o pudor alguno, le mordisqueó los primeros capítulos; puede ser que se considere crítica literaria, no sería extraño, Puccini -la gata- es crítica musical, siempre se sale de mi cuarto cuando escucho algo que no sea new age.
Regresé del súper cargado de bolsas con chuchulucos para preparar la comida y una insolación del 24 y medio. ¡Pinche sol! ¿Qué hay que hacer para que llueva? Cociné muy a tiempo, ya que mis viajeros llegaron justo cuando apagué la estufa. En pago de la comida recibí unos deliciosos pastes que casi me causan un coma diabético. Más tarde Miguel y yo tomamos fotos de la luna y "vimos" - mientras roncábamos- Beowulf y ambos en nuestras diversas preferencias lamentamos que fuera CGI. Más tarde la pequeña terrorista y yo fuimos a caminar al parque, ahora es ella la que parece que ha sido atacada sin misericordia por la hueva, en este momento ronca a pata suelta sobre mi cama.
¡Ah, qué delicia! Pasan de las 11:00 pm, es domingo y me siento descansado, tranquilo, listo para enfrentar una nueva semana, que por los avances, se que estará llena de sobresaltos y órdenes que serán cambiadas no apenas hayan sido emitidas.
La hueva se alejó, el saldo fueron horas perdidas, pero las ganancias son favorables, mi cerebro se siente como si hubiera tomado las vacaciones que le faltaban y mi cuerpo está relajado. Por años siempre le había temido a la hueva -y a sus ataques-, con el acostumbrado acelere citadino, uno tiende a planear fines de semana extenuantes, llenos de actividades que suponen un descanso productivo o por lo menos que no le diga a los demás que somos flojos y proyecte una mala imagen de nuestro descanso. Por primera vez me entregué a la hueva de lleno, sin reservas... ¿y saben qué? Deberían hacerlo ustedes también, de vez en cuando.
Comentarios
En pocas palabras... tendrías que ser hombre.
Que envidia de fin de semana Vic.
Creo que por el bienestar mental de los seres humanos, se debería implementar el día internacional de la hueva. Si, un día en el que nadíe en el mundo trabajara -no, no como el día del trabajo-, que nadie pensara o tratara de hacer el más mínimo esfuerzo... Dedicados a la sanación del cuerpo y mente. Y si no, pues por lo menos a rascarse los "desos" solo o acompañado, pero con el afan de permitir a la flojera ser señora universal por un día.
Si m'ija! Votemos por ello!