La Vida Moderna I -Malditos investigadores-
Después de un mes y medio de bloqueos mentales y exceso de trabajo, regreso a la Pared de hielo, a ver que pasa.
Hoy, mientras nos poníamos de acuerdo para ir a comer, Adrián y yo nos pusimos a pensar en lo mucho que ha cambiado la forma de ver la comida en los últimos años. La comida, esa deliciosa fuente de energía para nuestro cuerpo. Ese combustible que nos ayuda a vivir, a enfrentar las vicisitudes cotidianas, que nos permite luchar, descansar, huir, dormir, pensar, aprender, estudiar, investigar, jugar, planear, ligar, trabajar, fornicar, crear, procrear, recrear, parrandear, ejercitar... y, si, hasta pendejear. La comida... de origen animal y vegetal -si no me equivoco, del reino mineral nomás la sal y algunos aditivos más modernos... pero igual y no y vivo equivocado-, ese exquisito manjar que ha evolucionado con nosotros desde un trozo de carroña cruda y algunas hierbas arrancadas con descuido, a extraordinarios guisos y platillos que pueden costar el producto interno bruto de pequeños países... Esa bendición de los dioses... nos está matando.
Bueno, por lo menos eso parece decir toda una rama de la medicina, de ingenieros, licenciados y maestros en ciencias.
Una de los supuestos desencadenadores de la evolución humana fue el ser omnívoros, que permitió al cerebro aumentar de tamaño, que a su vez logró que la mano se hiciera más útil y ésta a su vez cumpliera perfectamente con la función de agarrar parejo cuando de comer se trataba -arriba dije supuestos porque para los creacionistas nacimos tal como estamos y con la mesa puesta, con orden de darle baje al mundo y empacar con todo lo que en el mora-. Con el paso del tiempo, la mano no sólo se contento con cumplir con las locas ideas belicosas de un cerebro hambriento ya que después se emocionó cumpliendo con labores más nobles y artísticas, entre ellas la habilidad en el manejo de los alimentos, su mezcla y el paso por el fuego... Comer ya no sólo era una necesidad a cubrir, era un placer.
Por miles de años los seres humanos hemos sobrevivido comiendo de todo o nomás lo que se encuentra a nuestro alcance -si de mí hubiera dependido el destino de la humanidad, hace mucho que este planeta pertenecería a los seres marinos (GUÁCALA)-. En tiempos difíciles por guerras, desastres naturales o sequías, la humanidad a encontrado algo que encazuelar para sobrevivir: "come bien, sin mirar a quien".
Y después de miles de años de comer lo que nos da la gana y de vivir -que no vengan a decirme, si casi todos mis antepasados sobrepasaron los 100 años-, llegan esta especie de gurús a decirnos que la comida es nuestro peor enemigo, que la forma de cocinarla es mortal y que las combinaciones son peores que bombas bacteriológicas...
Mis bisabuelos se hubieran muerto nada más de imaginar un mundo sin manteca de cerdo, sin cazuelas vidriadas y con basculitas para pesar las cantidades de calorías. Debo admitir que si alguien sabía de excesos al comer eran mis antepasados. Las tías abuelas no hacían otra cosa que demostrar afecto con la comida. Santas mujeres que no supieron de colesterol, ni bueno ni malo, que no les importó jamás el rollo de los triglicéridos y no dieron un comino por saber cuantas calorías se empacaban por día. ¿Magia de la genética? ¿Suerte pura? Vayan ustedes a saber, pero todas llegaron a edades tan avanzadas que parecían personajes de George Lucas, salvo la bisabuela que no parecía, sino que era idéntica a Yoda -contaba con casi 120 años al morir-. Pero no era rollo de mi familia, muchos de los amigos de estos, vivieron y murieron por el estilo.
¿Qué nos pasa? ¿Será que al saber, por medio de los estudios actuales, que "pedrín" con la comida, esta nos daña? Mientras no sepas que te comes no te mata.
En México la tradición de utilizar objetos de barro vidriado para cocinar no fue de pocos años, y sin embargo no fue hasta finales del siglo 20 que se decidió que era peor que comer carne de cerdo atropellado de 6 días, cruda y con la manos sucias. La manteca de cerdo, otro ingrediente favorito del pueblo de México, ahora cuenta con la reputación de narcopolítico y se le huye como a la Maestra.
Antes un niño gordito era el orgullo de la familia, ahora es el estigma -claro el gordito de antes no comía gansitos, frutsis ni sabricosas-, el flaco era vergüenza... hoy el ejemplo -antes se le habría atiborrado de aceite de hígado de tiburón y se le hubiera cuestionado a la familia el por qué del estado del niño-.
Para poder comer debemos ejercitarnos, quemar los excesos y aun con todo eso llevar una vida de limitaciones si queremos ser saludables y mantener el cuerpazo que debe agradar la vista de los congéneres y no el puercazo que ofende a propios y ajenos.
Los gurús actuales nos dicen como debemos combinar los alimentos, como cocinarlos, que cantidades y que tiempo de ejercicio se ha de realizar después de comer sus frugales recetas, so pena de caer en obesidad, diabetes, aumento de colesterol, gastritis, infartos, hipertensión, hipoglucemia, cáncer de no se cuantas partes del cuerpo... y muchos castigos severos más. Además de vivir con el cargo de conciencia de que todo esto es problema de salud pública y que el combatirlo es costoso y el gobierno no está como para atender melindrosos y tragones compulsivos.
¿De verdad la comida es tan mala? Digo, esto lo escribe un panzón irredento, amante de las frituras y de todo lo maligno que el mundo de la cocina tiene para ofrecer, no se si después de escribir esto, el ángel de la nutrición me fulmine con un infarto por hereje -o peor aun, el ángel de lo gay me deje solo de por vida por no ser talla 28-. Seguramente más de uno ya está pensando en ahorcarme por preguntarlo, se que la comida no es mala, son las cantidades, son las preferencias, blah, blah blah...
De todos modos, la vida moderna exige que te aclimates a sus conceptos o quedas fuera, será necesario replantearse muchas ideas tradicionales y empezar a comer más brócoli, más apio, más lechuga, pastura pues, menos pollo, menos res, menos puerco, nada de sal, nada de azucar, fruta sin excesos, lácteos con medida, pocas harinas refinadas de trigo, maíz con prudencia y agua en severas cantidades. Esto no te garantiza que no te de nada, no te salva del cáncer, no te inmuniza contra hechizos ni mal de ojo, de la malediciencia de los vecinos, de las lluvias de meteoritos, de enamorarte de la persona equivocada, de sacar malas calificaciones o de torcerte un pie al bajar un escalón. Seguramente las limitaciones te ayudarán a forjar carácter, además de odiar las cenas familiares, ya que no podrás evitar estar contando calorías, carbohidratos, proteinas y demás madres que jamás le quitaron el sueño a nuestros primitivos antepasados.
Hoy, mientras nos poníamos de acuerdo para ir a comer, Adrián y yo nos pusimos a pensar en lo mucho que ha cambiado la forma de ver la comida en los últimos años. La comida, esa deliciosa fuente de energía para nuestro cuerpo. Ese combustible que nos ayuda a vivir, a enfrentar las vicisitudes cotidianas, que nos permite luchar, descansar, huir, dormir, pensar, aprender, estudiar, investigar, jugar, planear, ligar, trabajar, fornicar, crear, procrear, recrear, parrandear, ejercitar... y, si, hasta pendejear. La comida... de origen animal y vegetal -si no me equivoco, del reino mineral nomás la sal y algunos aditivos más modernos... pero igual y no y vivo equivocado-, ese exquisito manjar que ha evolucionado con nosotros desde un trozo de carroña cruda y algunas hierbas arrancadas con descuido, a extraordinarios guisos y platillos que pueden costar el producto interno bruto de pequeños países... Esa bendición de los dioses... nos está matando.
Bueno, por lo menos eso parece decir toda una rama de la medicina, de ingenieros, licenciados y maestros en ciencias.
Una de los supuestos desencadenadores de la evolución humana fue el ser omnívoros, que permitió al cerebro aumentar de tamaño, que a su vez logró que la mano se hiciera más útil y ésta a su vez cumpliera perfectamente con la función de agarrar parejo cuando de comer se trataba -arriba dije supuestos porque para los creacionistas nacimos tal como estamos y con la mesa puesta, con orden de darle baje al mundo y empacar con todo lo que en el mora-. Con el paso del tiempo, la mano no sólo se contento con cumplir con las locas ideas belicosas de un cerebro hambriento ya que después se emocionó cumpliendo con labores más nobles y artísticas, entre ellas la habilidad en el manejo de los alimentos, su mezcla y el paso por el fuego... Comer ya no sólo era una necesidad a cubrir, era un placer.
Por miles de años los seres humanos hemos sobrevivido comiendo de todo o nomás lo que se encuentra a nuestro alcance -si de mí hubiera dependido el destino de la humanidad, hace mucho que este planeta pertenecería a los seres marinos (GUÁCALA)-. En tiempos difíciles por guerras, desastres naturales o sequías, la humanidad a encontrado algo que encazuelar para sobrevivir: "come bien, sin mirar a quien".
Y después de miles de años de comer lo que nos da la gana y de vivir -que no vengan a decirme, si casi todos mis antepasados sobrepasaron los 100 años-, llegan esta especie de gurús a decirnos que la comida es nuestro peor enemigo, que la forma de cocinarla es mortal y que las combinaciones son peores que bombas bacteriológicas...
Mis bisabuelos se hubieran muerto nada más de imaginar un mundo sin manteca de cerdo, sin cazuelas vidriadas y con basculitas para pesar las cantidades de calorías. Debo admitir que si alguien sabía de excesos al comer eran mis antepasados. Las tías abuelas no hacían otra cosa que demostrar afecto con la comida. Santas mujeres que no supieron de colesterol, ni bueno ni malo, que no les importó jamás el rollo de los triglicéridos y no dieron un comino por saber cuantas calorías se empacaban por día. ¿Magia de la genética? ¿Suerte pura? Vayan ustedes a saber, pero todas llegaron a edades tan avanzadas que parecían personajes de George Lucas, salvo la bisabuela que no parecía, sino que era idéntica a Yoda -contaba con casi 120 años al morir-. Pero no era rollo de mi familia, muchos de los amigos de estos, vivieron y murieron por el estilo.
¿Qué nos pasa? ¿Será que al saber, por medio de los estudios actuales, que "pedrín" con la comida, esta nos daña? Mientras no sepas que te comes no te mata.
En México la tradición de utilizar objetos de barro vidriado para cocinar no fue de pocos años, y sin embargo no fue hasta finales del siglo 20 que se decidió que era peor que comer carne de cerdo atropellado de 6 días, cruda y con la manos sucias. La manteca de cerdo, otro ingrediente favorito del pueblo de México, ahora cuenta con la reputación de narcopolítico y se le huye como a la Maestra.
Antes un niño gordito era el orgullo de la familia, ahora es el estigma -claro el gordito de antes no comía gansitos, frutsis ni sabricosas-, el flaco era vergüenza... hoy el ejemplo -antes se le habría atiborrado de aceite de hígado de tiburón y se le hubiera cuestionado a la familia el por qué del estado del niño-.
Para poder comer debemos ejercitarnos, quemar los excesos y aun con todo eso llevar una vida de limitaciones si queremos ser saludables y mantener el cuerpazo que debe agradar la vista de los congéneres y no el puercazo que ofende a propios y ajenos.
Los gurús actuales nos dicen como debemos combinar los alimentos, como cocinarlos, que cantidades y que tiempo de ejercicio se ha de realizar después de comer sus frugales recetas, so pena de caer en obesidad, diabetes, aumento de colesterol, gastritis, infartos, hipertensión, hipoglucemia, cáncer de no se cuantas partes del cuerpo... y muchos castigos severos más. Además de vivir con el cargo de conciencia de que todo esto es problema de salud pública y que el combatirlo es costoso y el gobierno no está como para atender melindrosos y tragones compulsivos.
¿De verdad la comida es tan mala? Digo, esto lo escribe un panzón irredento, amante de las frituras y de todo lo maligno que el mundo de la cocina tiene para ofrecer, no se si después de escribir esto, el ángel de la nutrición me fulmine con un infarto por hereje -o peor aun, el ángel de lo gay me deje solo de por vida por no ser talla 28-. Seguramente más de uno ya está pensando en ahorcarme por preguntarlo, se que la comida no es mala, son las cantidades, son las preferencias, blah, blah blah...
De todos modos, la vida moderna exige que te aclimates a sus conceptos o quedas fuera, será necesario replantearse muchas ideas tradicionales y empezar a comer más brócoli, más apio, más lechuga, pastura pues, menos pollo, menos res, menos puerco, nada de sal, nada de azucar, fruta sin excesos, lácteos con medida, pocas harinas refinadas de trigo, maíz con prudencia y agua en severas cantidades. Esto no te garantiza que no te de nada, no te salva del cáncer, no te inmuniza contra hechizos ni mal de ojo, de la malediciencia de los vecinos, de las lluvias de meteoritos, de enamorarte de la persona equivocada, de sacar malas calificaciones o de torcerte un pie al bajar un escalón. Seguramente las limitaciones te ayudarán a forjar carácter, además de odiar las cenas familiares, ya que no podrás evitar estar contando calorías, carbohidratos, proteinas y demás madres que jamás le quitaron el sueño a nuestros primitivos antepasados.
Comentarios
La onda es que hay que nivelar, creo yo. Comer como Dios manda, sin andar pichicateando lo sabroso y dejandonos de pendejadas. Ya me dio hambre....
No hay nada mas hermoso que una chica con 10 o 20 kilitos extra, si los tiene bien puestos!
Asi que me vale la dieta y contar calorias, eso si, cero aceite si no es de oliva y evito los antojitos callejeros, mas por evitar una enfermedad intestinal que por cuidar la dieta...=P
saludox!
Yo jui flaca, lo confiezo, anoraxica cuando todabia ni existia el termino... la vida esta tan revuelta que ahora es un arma contra mis amigas de generación... escalofriante!
No entiendo nada.
Con tal de seguiir comiendo pan y poniendole dos de azucar al cafe con leche soy capaz de todo!
Sigo sin entender nada!
Yo creo que lo que nos mata ahora sera Chernovyl. Y los derivados delpetrolio... nomas hay que comerse un chocolate carlos V pa saber que saben apetrolio.
Por cierto, leerte es un manjar!
Estamos metidotes en un círculo vicioso encanijadamente complejo, pero voy a tratar de explicarlo: Si no comemos bien, el cerebro nomás no furula, y como el cerebro mal nutrido no sirve pa maldita sea la cosa, a la hora de querer hacer algo más o menos autogestivo, como aprender a comer bien... se nos desconchinfla la pila y mejor nos vamos a arranar a dos nalgas frente a la tele.
A esto le sumamos que sale más barato echarse una sopa maruchán que un triste taco, pues peor. De esto echaré cacayacas en otro momento. Pero les dedico a ustedes y a mi Capi hermoso mi gruto de batalla: ¡A SEMBRAR JITOMATES EN MACETA!