La Vida Moderna II -La lección de anatomía-

De nueva cuenta nos encontrábamos el Bodoque y yo dispuestos a clavar el diente en unas grasosas hamburguesas cuando sucedió -rara vez podemos comer en paz, ¿se han fijado?-. Parada frente a nosotros se encontraba una perfecta lección de anatomía.

Si, de cabello oscuro, facciones finas y piel blanca -MUY-. Estaba ahí de pie, como si nada, como si nunca se hubiera detenido a pensar en las reacciones que despertaba a su alrededor. Descubrimos que no había pasado desapercibida por nadie. Aunque, algunos, giraran sus rostros con un dejo de pudor. Con caras descompuestas la miramos con el mayor disimulo posible. Siendo quienes somos, no pudimos evitar ser quienes somos...

Rápidamente le escribimos una historia, desde luego basándonos en lo que veíamos, recogiendo fragmentos de todas las historias que nos rodean, esas de dolor, de miedos, de desamor, de obsesión... Esas historias que sólo las mujeres saben bordar con esa maestría que no deja un hilo fuera de lugar y que aparenta una unidad irrompible.

Conforme íbamos creando su enredada vida según nuestros -nada sanos- prejuicios, descubrí una verdad, sin atreverme a decirlo en voz alta, supe que era lo que nos tenía obsesos al Bodoque y a mí. No tratábamos de darle forma a una vida, queríamos darle un cuerpo a un ser humano.

Ahí estaba ella, con desenfado, recargada en la barra, esperando algo. Su mirada perdida en algún pensamiento (algún mantra, tal vez, que la ayudara a sobrevivir el trance), dejando que su alabastrina piel reflejara la luz de forma casi antinatural. Esos brazos, brazos que podrían hacer perder el sueño, eran cosas no más gruesas que la muñeca de un niño de 9 años. Su tórax parecía estar a punto de reventar por agotamiento de una piel y unos huesos cansados de retener tripas que no trabajan. La mente me jugó un perverso juego y súbitamente ya no estaba la chica ahí, era una enorme y pálida momia reseca de una de las miles de ranas que escapaban de nuestros improvisados criaderos. Ranas que, meses después, aparecían secas y pegadas en cualquier superficie de la casa de mi abuela. Ahora sus facciones me recordaban otros seres fantásticos de ojos enormes, de párpados caídos y apetitos aborrecibles.

Lo más difícil era verla ahí, en el mostrador de un rey de la hamburguesa, frente a una generala furibunda -y ancha como freeway angelino- que ladraba órdenes hasta al gerente, quien, con sus cejitas depiladas miraba a la chica con un dejo de envidia socarrona.

Mil conjeturas pasaron de nuestras retorcidas mentes a nuestras bocas: anorexia o bulimia parecían ser las ganadoras. Pensé en una lección de anatomía, su delgada piel traslúcida permitiría explicar tantas funciones del cuerpo humano con solo aplicar una luz a sus espaldas. Que utilidad tan absoluta para los antiguos maestros que lo arriesgaban todo robando cadáveres, para conocer y especular sobre las funciones corporales. Si hubieran sabido llegarle a la vanidad y adular a una bella mujer para que dejara de comer. Si sólo la estética de ese entonces no hubiera preferido las curvas y las voluptuosas formas rellenas de los cuerpos.

Esta vida moderna que obliga a los humanos a seguir lineas estéticas que se desvanecen con la salud y lo bello. Formas que se pierden frente a un espejo que miente a mentes distorsionadas que desean ser menos para notarse más. Que en un deseo por encajar se matan por ocupar menos espacio.

Finalmente una mujer escuchó nuestra diátriba, apenado desvié la mirada de sus ojos, que me miraban cómplices y no acusadores. Finalmente ella la observaba también, asustada. Una mujer con carne, con piel que protegía el relleno de un cuerpo hecho para durar, saludable y vital. Tal vez le sobraba un poco aquí y allá, pero se veía tan viva y tan contenta, no me extraño que al final sonriera ante nuestra disertación absurda. Nos miró tranquila, parecía haber llegado a la conclusión de ser, y estar, a gusto consigo misma.

Nunca supimos que pasó con la lección de anatomía. Se alejó de la barra con una charola en las manos, no sabemos si comió el contenido o si, como fakir, se contentó con oler los productos humeantes. Tal vez los arrojó a la basura, o se los comió tranquila sabiendo que unos minutos más tarde saldrían gracias a un dedo hurgante.

Comimos nuestra chatarra casi automáticamente, poco hablamos, ya habíamos agotado nuestras fuentes. Temimos, temimos por un mundo futuro lleno de seres traslúcidos, de apariencia de rana momificada. Seres frágiles, esclavos de espejos y críticas.

Nos alejamos en silencio, en mi mente giraba incansable una frase de Mafalda:
"¿No será que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?"

Comentarios

oesile dijo…
yo kiero ser menos pa notarme desde menos lejos jajaja ntc me encanto esa frase vic y mas volverte a leer despues de un buen(tenia tiempo sin pasar por aki)
k de mejodes de la dripa(ia me la pegaste malvado)
Capitan Frio dijo…
Jajajajajaja!
Nooooo... no te hagas menos para notarte más! Asusta!!
Korkuss dijo…
Y no, la carne es mejor cuando da formas hermosas y sanas.

Pero qué maravilla tu manera de escribir.

Eres grande Capi!
Capitan Frio dijo…
Mi niñoooooooo!! Gracias por los cebollazos!

Eres un angelote! Y no lo digo nomás porque si. Yo las he visto.

No dejes de volar Korkuss... Un día te voy a alcanzar... Porque estoy aprendiendo a volar también.
Unknown dijo…
No hay nada tan moderno que algún día no sea pasado de moda...

Me encanta que hagas historias.. eres un hacedor.

por mas que pienso no atino, como sera el futuro?...
A lo mejor si nos toca el fin de las eras...

Me gusta mas cuando me cuentas la vida, asi aunque este pasando ante mis ojos, tienes el don de convertir gallinas en enanos y flacas secas en silfides...

Cuenteme mi vida.
Capitan Frio dijo…
Tu y yo fuimos modernos un día... y estuvimos a la moda de la Universidad! Recuerdas? Qué estaba de moda?
ENCUERARSEEEEEEEEEE!!!!

Y recuerdo que teniamos cuerpo...

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