La Vida Moderna -Cadenas-
Contaba yo con nueve años, cuando en mi buzón -de los reales, ya que en ese entonces no había internet- apareció un sobre dirigido a mí, sin remitente, la carta era una fotocopia de una hoja cargada de maldiciones pero con la imagen de un santo y una oración para él. En pocas y concisas palabras me advertía que si no la reenviaba a 20 personas, moriría de alguna forma hórrida, desagradable y muy salpicante; contraería alguna enfermedad contagiosa africana o bien, viviría, pero con la cara de Gustavo Días Ordaz por el resto de mis días. Pero, si acaso la enviaba, gozaría del favor del santito ese y en pocos días ganaría la lotería, encontraría al amor de mi vida y no tendría problemas de disfunción eréctil ni viendo fotos de la maestra Gordillo. Desde luego que me puse a temblar, en ese entonces creía ciegamente en todo lo que estuviera acompañado de un santo, una virgen o un cristo. Muerto de miedo y casi llorando le enseñé el papelito a mi papá, el se rió mucho y lo tiró a la basura y me enseñó que, aun siendo un hombre religioso, las supersticiones no eran parte de su repertorio. Me dijo que si alguna vez volvía a recibir algo así, lo tirara y no habría ningún problema.
Así fue mi primer encuentro con las famosas cadenas y no volví a leer una hasta que estrené mi cuenta de hotmail, muchísimos años después. Así supe que el mundo, por más moderno y tecnológico, no deja de ser un lugar lleno de humanos.
Sobra decir lo siguiente: Odio las cadenas. Pero la verdad es necesario, descanso cada que lo expreso. A mí me da lo mismo que sea la cadena de la niña con cáncer -de hace doce años-, la de los que roban riñones, la de los que clonan tarjetas, los chinos come fetos abortados, la de los santos diabólicos -y que me recuerda mi infancia-, vírgenes gandallas o cristos hojaldras que si no las reenvías a mil quinientas personas te dejan sin genitales, calvo, con ganas y sin pareja. Hay otras, no menos peores, las cadenitas de cursilerías que te dicen que si no la reenvías a doce mil personas, incluido el que te la mandó, no sabes ser amigo -para su información, el que manden eso y aun no los borre de mi lista es señal de que me paso de buen amigo-, las flores de no se que jotería, los gatitos de la suerte, el cuerno de la abundancia, el buda de algo, la oración del trabajo, el trébol de la suerte... Bueno, un sinfín de pendejadas que, como manda, todo(a) aquel(lla) que tiene cuenta de correo reenvía como poseso(a) pensando que salvó al mundo, que evitó una larga estancia en el infierno, que no morirá atropellado, que esa noche se le declara el (o la) susodicho (a), que los granos en la punta de la lengua no son por una enfermedad desconocida, que le pagó los quince años a la nenita del cáncer, que es el mejor amigo del mundo, que ya no cerrarán el MSN, que Bill Gates le va a regalar un celular, que la virgen del perpetuo socorro no le sacará los ojos, que el santo de la manguera floja no le mandara caspa y piojos y que el sagrado corazón le dará el secreto para obtener todo el dinero del mundo, la pareja perfecta, el password del e-mail de todos sus enemigos y goce sexual ilimitado.
Les digo algo: No mamen.
O sea, ya. Si, ¡basta! Analicen su supersticiosa conducta medieval, indigna de usar la internet. Seguro que nunca han jugado -énfasis en jugar- Ouija porque creen que se les va a meter el diablo, ¿no?
De verdad, por favor, piensen, ¿creen que algún dios los va a castigar por no reenviar un correo? ¿Son mejores amigos por reenviar una cursilería jotísima por correo? ¿Mañana tendrán el trabajo de sus sueños por mandar un dibujo de un hada, duende, cielo estrellado, buda desparramado, cristo ensangrentado o lo que sea?
Debo admitir que, por lo menos, ya han aprendido a enviar las cadenas con copias invisibles. Eso es un avance importante, pero, ¿qué los compele a seguir ese odioso camino del reenvío, es la pura superstición o una de esas culpas que los hace afectos a creer que si tiembla es por sus pecados? ¿Tan mal les caemos el resto que si ya se los chingaron con una maldición, la reparten?
El día de hoy recibí la friolera de 18 correos con cadenas, sé que no es mucho, antes recibía muchos más, pero afortunadamente, o ya aprendieron a ignorarlas, o bien, ya entendieron que nunca las reenvío y que me importan muy poco advertencias tan cursis y ridículas como: "Si no la reenvías entenderé" -cursilísima cadena de amigos-, "si no la reenvías no tienes corazón" -cualquier cadena con algo referente a maltrato animal, infantil o ambiental- o "¿Me dejarías entrar en tu oficina?" -correo que hace parecer un vampiro a cristo que pide permiso para entrar a la oficina-.
El concepto inicial de las cadenas era el fastidiar, maldecir u obligar a conocidos y vecinos molestos anónimamente, apelando a su ignorancia o simplemente a su sentido de culpa. Esto, ya en la internet, pierde el concepto inicial al no ser un mensaje anónimo y el fastidio pasa a generar sólo sentimientos de culpa: si no ayudas, eres ojete; si no reenvías eres un mal amigo; si no rezas, no eres creyente y cristo llorará en la cruz; etc. La única ventaja de esto -alguna debería tener tanto tiempo perdido- es que deja muy claro quienes de tus conocidos o amigos son susceptibles a engaños de corte religioso, de tipo amistoso y cuales comprarán todo lo que oferten en la tv por cable -así que hazte una lista y mételos a uno de esos grupos de ventas piramidales, seguro te haces millonario-.
La próxima vez que recibas una cadena piensa qué es lo que te obliga a reenviarla, ¿de verdad crees que se te van a caer las uñas, que ese hombre -o mujer, trabajo, casa, billete de lotería- maravilloso aparecerá en tu vida por un click o de plano te da miedo ir a dar al infierno por un correo electrónico?. Recapacita, la mitad, o más, de las personas que reciban tu correo pensarán que eres idiota o que estás en camino a serlo de tiempo completo.
Por cuentas de correo electrónico libres de cadenas:
¡Ya no mamen y dejen de enviar pendejadas!
Así fue mi primer encuentro con las famosas cadenas y no volví a leer una hasta que estrené mi cuenta de hotmail, muchísimos años después. Así supe que el mundo, por más moderno y tecnológico, no deja de ser un lugar lleno de humanos.
Sobra decir lo siguiente: Odio las cadenas. Pero la verdad es necesario, descanso cada que lo expreso. A mí me da lo mismo que sea la cadena de la niña con cáncer -de hace doce años-, la de los que roban riñones, la de los que clonan tarjetas, los chinos come fetos abortados, la de los santos diabólicos -y que me recuerda mi infancia-, vírgenes gandallas o cristos hojaldras que si no las reenvías a mil quinientas personas te dejan sin genitales, calvo, con ganas y sin pareja. Hay otras, no menos peores, las cadenitas de cursilerías que te dicen que si no la reenvías a doce mil personas, incluido el que te la mandó, no sabes ser amigo -para su información, el que manden eso y aun no los borre de mi lista es señal de que me paso de buen amigo-, las flores de no se que jotería, los gatitos de la suerte, el cuerno de la abundancia, el buda de algo, la oración del trabajo, el trébol de la suerte... Bueno, un sinfín de pendejadas que, como manda, todo(a) aquel(lla) que tiene cuenta de correo reenvía como poseso(a) pensando que salvó al mundo, que evitó una larga estancia en el infierno, que no morirá atropellado, que esa noche se le declara el (o la) susodicho (a), que los granos en la punta de la lengua no son por una enfermedad desconocida, que le pagó los quince años a la nenita del cáncer, que es el mejor amigo del mundo, que ya no cerrarán el MSN, que Bill Gates le va a regalar un celular, que la virgen del perpetuo socorro no le sacará los ojos, que el santo de la manguera floja no le mandara caspa y piojos y que el sagrado corazón le dará el secreto para obtener todo el dinero del mundo, la pareja perfecta, el password del e-mail de todos sus enemigos y goce sexual ilimitado.
Les digo algo: No mamen.
O sea, ya. Si, ¡basta! Analicen su supersticiosa conducta medieval, indigna de usar la internet. Seguro que nunca han jugado -énfasis en jugar- Ouija porque creen que se les va a meter el diablo, ¿no?
De verdad, por favor, piensen, ¿creen que algún dios los va a castigar por no reenviar un correo? ¿Son mejores amigos por reenviar una cursilería jotísima por correo? ¿Mañana tendrán el trabajo de sus sueños por mandar un dibujo de un hada, duende, cielo estrellado, buda desparramado, cristo ensangrentado o lo que sea?
Debo admitir que, por lo menos, ya han aprendido a enviar las cadenas con copias invisibles. Eso es un avance importante, pero, ¿qué los compele a seguir ese odioso camino del reenvío, es la pura superstición o una de esas culpas que los hace afectos a creer que si tiembla es por sus pecados? ¿Tan mal les caemos el resto que si ya se los chingaron con una maldición, la reparten?
El día de hoy recibí la friolera de 18 correos con cadenas, sé que no es mucho, antes recibía muchos más, pero afortunadamente, o ya aprendieron a ignorarlas, o bien, ya entendieron que nunca las reenvío y que me importan muy poco advertencias tan cursis y ridículas como: "Si no la reenvías entenderé" -cursilísima cadena de amigos-, "si no la reenvías no tienes corazón" -cualquier cadena con algo referente a maltrato animal, infantil o ambiental- o "¿Me dejarías entrar en tu oficina?" -correo que hace parecer un vampiro a cristo que pide permiso para entrar a la oficina-.
El concepto inicial de las cadenas era el fastidiar, maldecir u obligar a conocidos y vecinos molestos anónimamente, apelando a su ignorancia o simplemente a su sentido de culpa. Esto, ya en la internet, pierde el concepto inicial al no ser un mensaje anónimo y el fastidio pasa a generar sólo sentimientos de culpa: si no ayudas, eres ojete; si no reenvías eres un mal amigo; si no rezas, no eres creyente y cristo llorará en la cruz; etc. La única ventaja de esto -alguna debería tener tanto tiempo perdido- es que deja muy claro quienes de tus conocidos o amigos son susceptibles a engaños de corte religioso, de tipo amistoso y cuales comprarán todo lo que oferten en la tv por cable -así que hazte una lista y mételos a uno de esos grupos de ventas piramidales, seguro te haces millonario-.
La próxima vez que recibas una cadena piensa qué es lo que te obliga a reenviarla, ¿de verdad crees que se te van a caer las uñas, que ese hombre -o mujer, trabajo, casa, billete de lotería- maravilloso aparecerá en tu vida por un click o de plano te da miedo ir a dar al infierno por un correo electrónico?. Recapacita, la mitad, o más, de las personas que reciban tu correo pensarán que eres idiota o que estás en camino a serlo de tiempo completo.
Por cuentas de correo electrónico libres de cadenas:
¡Ya no mamen y dejen de enviar pendejadas!
Los correos inteligentes, con buenos artículos, fotografías porno, caricaturas de Quino, Jis y Trino, Schulz o Davis, noticias de último momento y links a Discovery o History Channel son bienvenidos.
Comentarios
Yo he caido.
Pero las odio.
Odio que me hechen culpas!!!!!
Ignóralas...
Me refiero a las cadenas -se que no te gustan las culpas, ni siquiera las tuyas-, eh??
que hariamos sin ti capitan!!