La Vida Moderna -Golfas y Beatas-
Al caminar por la ciudad, el pueblo o el caserío nunca falta la voz en el viento que arrastra la terrible y triste historia de alguna buena mujer y de una muy mala. Las buenas son ejemplo, víctimas perennes, santas encumbradas, anegadas de virtud, sofocantes fuentes de rectitud. Las malas son excusas, son demonios, son pura carne, deseo, son lascivas, rompecatres, etéreos demonios liberadores.
Los hombres sólo miran, sólo prueban, sólo se dejan llevar. Una era buena, tan buena que lo mató de hastío. Otra tan mala que lo revivió, le dio nueva fuerza, le indujo a seguir viviendo lejos de la salvación eterna.
Una aburre, la otra cansa.
Llegar a casa y verla mohosa, de rodillas, olerla a veladoras, a madera de iglesia, madera vieja como su sexo olvidado y reseco. Oír sus oraciones, ver su camisón de franela, lleno de lazos, lleno de cadenas, de miedos y prejuicios. Dormir entre las opresoras imágenes de santos, vírgenes y cristos moribundos que ahogan el deseo con el asfixiante aroma de los nardos. Esa joven tan vieja que duerme a su lado, que a diario le recuerda que morirán un día.
Llegar al hotel y ver que ya está semidesnuda, viva, huele a alegría, a libertad, juega, goza, grita, rasguña. No quiere dormir, no quiere perderse un momento de su sonrisa, de su fuerza, quiere perder la vista ante su fuego radiante. Muere agotado muchas veces entre sus brazos, pero sabe que lo espera la resurrección, la vida.
La exigente, la dadivosa.
Le pide que se apure, le pide que se comporte, que piense como ella, que sienta la misma devoción, que ore, que pida, que no voltee, que no hable, que no piense, que no se rasque, que no desee, que no la mire así, que no escuche, que no ría, que no salga, que se quede, que no, que no, que no.
Le da libertad, le da sexo, le da vida, le da alegría.
Un día, tal vez lluvioso, tal vez soleado, él tomará la decisión y se ira con aquella, dejándole a ella el papelón de aceptar la voluntad de dios y la calentura de su marido.
Ella vivirá por siempre en el corazón de las que, como ella, sufrieron a manos de otra la indignación, el abandono, el dolor de ser dejadas siendo dechados de virtud, fe y recato. Secas como catedrales góticas se apagarán consumidas de odio entre oraciones de amor y perdón, abrazadas por el piadoso fuego de una veladora a san ojalá, perdidas en la búsqueda del entendimiento de una voluntad divina indescifrable.
Aquella vivirá en la ignominia, recordada siempre en el afán de ser olvidada, borrada del libro de la vida, maldita. Vivirá gozosa, vivirá satisfecha, caminará, dormirá y despertará de la mano de su presa, que día con día se vuelve aburrido, coge menos y se culpa más, quiere ir a misa los domingos y le pide recato, que no mire, que no voltee, que no diga, que no salga... y saldrá...
Las historias son las mismas, los personajes son iguales, los escenarios cambian, los juicios perduran, se tomará partido y se señalará eternamente. Pocos sabrán -o admitirán- que en la baraja de la vida ambas son reinas, impresas por la misma cara. Una aburrió, la otra cansó. Finalmente ninguna fue el ideal de nadie.
El ideal siempre está lejos, a salvo de nuestra búsqueda.
Los hombres sólo miran, sólo prueban, sólo se dejan llevar. Una era buena, tan buena que lo mató de hastío. Otra tan mala que lo revivió, le dio nueva fuerza, le indujo a seguir viviendo lejos de la salvación eterna.
Una aburre, la otra cansa.
Llegar a casa y verla mohosa, de rodillas, olerla a veladoras, a madera de iglesia, madera vieja como su sexo olvidado y reseco. Oír sus oraciones, ver su camisón de franela, lleno de lazos, lleno de cadenas, de miedos y prejuicios. Dormir entre las opresoras imágenes de santos, vírgenes y cristos moribundos que ahogan el deseo con el asfixiante aroma de los nardos. Esa joven tan vieja que duerme a su lado, que a diario le recuerda que morirán un día.
Llegar al hotel y ver que ya está semidesnuda, viva, huele a alegría, a libertad, juega, goza, grita, rasguña. No quiere dormir, no quiere perderse un momento de su sonrisa, de su fuerza, quiere perder la vista ante su fuego radiante. Muere agotado muchas veces entre sus brazos, pero sabe que lo espera la resurrección, la vida.
La exigente, la dadivosa.
Le pide que se apure, le pide que se comporte, que piense como ella, que sienta la misma devoción, que ore, que pida, que no voltee, que no hable, que no piense, que no se rasque, que no desee, que no la mire así, que no escuche, que no ría, que no salga, que se quede, que no, que no, que no.
Le da libertad, le da sexo, le da vida, le da alegría.
Un día, tal vez lluvioso, tal vez soleado, él tomará la decisión y se ira con aquella, dejándole a ella el papelón de aceptar la voluntad de dios y la calentura de su marido.
Ella vivirá por siempre en el corazón de las que, como ella, sufrieron a manos de otra la indignación, el abandono, el dolor de ser dejadas siendo dechados de virtud, fe y recato. Secas como catedrales góticas se apagarán consumidas de odio entre oraciones de amor y perdón, abrazadas por el piadoso fuego de una veladora a san ojalá, perdidas en la búsqueda del entendimiento de una voluntad divina indescifrable.
Aquella vivirá en la ignominia, recordada siempre en el afán de ser olvidada, borrada del libro de la vida, maldita. Vivirá gozosa, vivirá satisfecha, caminará, dormirá y despertará de la mano de su presa, que día con día se vuelve aburrido, coge menos y se culpa más, quiere ir a misa los domingos y le pide recato, que no mire, que no voltee, que no diga, que no salga... y saldrá...
Las historias son las mismas, los personajes son iguales, los escenarios cambian, los juicios perduran, se tomará partido y se señalará eternamente. Pocos sabrán -o admitirán- que en la baraja de la vida ambas son reinas, impresas por la misma cara. Una aburrió, la otra cansó. Finalmente ninguna fue el ideal de nadie.
El ideal siempre está lejos, a salvo de nuestra búsqueda.
Comentarios
los mismos personajes, distintas caras, los mismos argumentos, historia montada en el DF, en cualquier parte...
Lo uno aburre, lo otro cansa...
Mas miedo es cuando los personajes no alcanzan definicion, ni bueno ni malo ni aceptable ni comun...
"Inestbles" creo que los etiquetan.
Camaleones del corazón.
Un paralelismo de la vida retratado con un tino magistral.
Qué bien escribes Capitán. Es un deleite.
Mi más sincera envidia y admiración.
El 50-50 entre la bondad y la maldad da una gama de grises más rica y profunda que un simple blanco o negro.
Lo curioso es que entre "beatas y golfas" nunca estará claro quien es bueno o malo.
Mil gracias por lo que me dices y mil gracias por compartir tu buena ventura.
La vida es la que logra los más extremos casos de paralelismo, uno nada más los mira, los escucha, los transcribe...
Abrazos!