La Vida Moderna -flores secas-

Entró a trabajar como un favor que le debían a su esposo. Una plaza de base sindicalizada. O sea, cayó en blandito. Nunca destacó como alumna, como esposa o como madre. Comenzó a destacar por ser una perfecta inútil, ociosa y conflictiva. Eso si, siempre llegó media hora antes y siempre logró que le firmaran horas extras.

Sus días transcurríeron grises en su apagado rincón detrás de su escritorio. Nunca sirvió para nada, no era bella, no tenía un cuerpazo, su voz era tipluda y desagradable, sus preguntas tontas y sus consejos malos.

Odiaba en secreto a todas las mujeres que la rodeaban, porque sonreían, porque eran felices o simplemente porque estaban vivas. Ella era una sombra, una mancha en la alfombra, la calcomanía fea que nadie quiere quitar de la puerta o del vidrio, el pedazo de una torta sin acabar, ya seca y con el relleno descompuesto, que nadie se atrevía a tirar a la basura, por eso la dejaban ahí. Y ahí, en su oscuridad lóbrega, odiaba. Su coraje burbujeaba, la secaba lentamente.

Bartolo la veía, siempre la vió, cuando trapeaba las oficinas, en las juntas del sindicato, cuando vaciaba los botes de basura, al checar la salida, a veces esperaba en la esquina para verla pasar, cada noche la veía en el febril ojo de su mente mientras se sacudía sudoroso antes los favores de su temblorosa mano. Un día la saludó, otro la acompañó al metro, un mes de esos, la beso y, finalmente, antes de un año, le pellizcó una nalga.

No dejó de ser una inútil, pero ahora era una inútil motivada, su día no dejó de ser gris, pero ya reconocía que existían otros colores, dentro de la oficina supo que tenía dos compañeros de oficina, después de tres años de asistir a trabajar en metro, se enteró que se bajaba una estación más lejos, incluso descubrió que sabía hacer algunas cosas -que guardo en secreto, no quería dejar de ser inútil- de las que le pedían en el trabajo y por primera vez vió a sus hijos como seres humanos, le seguían cayendo mal, pero aceptó que eran humanos. En el sexo con Bartolo se descubrió viva, ansiosa, deseosa y -por lo menos para Bartolo- deseable. Antes de Bartolo había tenido sexo dos veces y los resultados ya estaban en primaria. Nunca volvió a tocar a su marido.

Ahora faltaba a casa, para el cornudo marido resultaban casi obsesivas las frecuentes visitas del presidente y la primera dama al instituto, le parecía una injusticia que ella fuera la única que tuviera que quedarse a imprimir pases de prensa y carteles de bienvenida, rumiaba su mala suerte mientras planchaba uniformes y revisaba tareas. A lo lejos, la cacofonía de la ciudad amortiguaba los gritos de placer de su mujer entre los brazos del galán Bartolo.

Antes de irse, le confesó todo, le dijo lo mucho que odiaba a sus hijos, a él, a su extraño pene, su olor y su rostro. Le declamó una oda al odio, al tedio y le dejó solo. Azotó la puerta maleta en mano y corrió hacía el pene de Bartolo. El mundo brillaba, por primera vez supo que había un parque frente al edificio de su oficina, olió los árboles, escuchó los trinos y se sintió completa.

La maleta cayó al suelo, los colores del mundo se diluyeron tan rápido como las ilusiones del cambio y alternancia en el poder. El pene de Bartolo huyó con el resto del cuerpo. Tan pronto la vió con la maleta en la oficina le dijo que estaba mal; que no la vería, que no se la cogería esa noche ni nunca, que su esposa estaba primero. Que lo único que extrañaría de ella era lo aguado y caído de sus nalgas sin forma. Bartolo pidió cambio de adscripción, pidió ser testigo protegido y desapareció de la historia para siempre.

Con una maleta, sin familia y, desde luego, sin amigos. Paso días en un hotel. Sedada, suicidada, moribunda aferrada a la vida. No recuerda como firmó el divorcio, nunca supo que fue de sus hijos, ni como llegó a vivir de nuevo a casa de su mamá que la veía como a una puta. Le dolía el dolor, le dolía el placer que conoció, le dolía la vida, le dolía el sexo ausente y, sobre todo, sus caídas y aguadas nalgas sin forma.

Si alguna vez fue inútil, eso estaba olvidado, ahora era un auténtico bloque de cemento, enorme estorbo infranqueable, su sueño era estar en una ventanilla para poder negarle todo servicio al mundo entero, ser parte del almacén y no dar nada, ser parte de compras para hacer imposible la obtención de recursos. Odiaba la mundo, a los hombres, a las mujeres, a la vida.

Se suicidaba una vez al mes, siempre el mismo día. Pero con mala suerte, nunca lo logro.

Comenzó a coger con los casados, se le hizo hábito, se le hizo vicio, era su deporte favorito. Se volvió una fornicadora en serie. Sus víctimas tenían en común ser hombres casados. Su modus operandi era el mismo siempre. Los hostigaba llamándolos mandilones, impotentes o putos. Todos caían, menos los putos. Al final denunciaba a todos, presumía sus logros y hacía que todos sospecharan de sus fracasos. No se salvó de golpizas, de rasguños ni de ataques por medio de lo laboral, pero su asistencia perfecta y su puntualidad la hacían invulnerable. Pasaron los años, pasaron los hombres, pasó la vida.

Hoy se jubila, para gozo de los seres que más la odian, se va a vivir una muerte solitaria en el olvido de una vida inútil y en el dolor de unas nalgas aguadas y caídas sin forma que fueron abandonadas hace años y que nunca encontraron de nuevo quien las viera como fetiche.

Entró a trabajar como un favor que le debían a su esposo. Una plaza de base sindicalizada. O sea, cayó en blandito. Nunca destacó como alumna, como esposa, como madre o como trabajadora. Destacó por ser una perfecta inútil, ociosa, conflictiva y por tener las nalgas mas aguadas, caídas y sin forma.


Comentarios

Unknown dijo…
Creo que la veo en algunos ojos...
eso si
si! da miedo.
Unknown dijo…
Susto de los sustos!!! De no ser porque tienes una imaginacion sumamente activa y prolifica, pensaria que estas describiendo a alguien... tan comun de encontrarnos los que estamos en la burocracia
Capitan Frio dijo…
Pily, Enfermo... si voltean discretamente a su izquierda y luego a su derecha, ahí podrán verla/s. Hay muchas. Estamos rodeados...
Korkuss dijo…
Siempre es bueno regresar por acá :)

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