La Vida Moderna - Nacos -
naco1.
(Del gall. port. anaco, pedazo).
1. m. Am. Andullo de tabaco.
2. m. Col. Puré de patata.
3. m. coloq. Ur. susto (‖ impresión repentina).
4. m. coloq. Ur. Excremento sólido, especialmente el humano.
naco2, ca.
(Quizá de totonaco).
1. adj. Méx. indio (‖ indígena). U. t. c. s.
nacas.
1. interj. coloq. El Salv. nada (‖ ninguna cosa).
Puedo aceptar de mil amores la acepción 4.- Excremento sólido, especialmente el humano, porque es eso lo que veo cotidianamente en las calles de esta ciudad que, lejos de ser cosmopolita, se luce siendo "cosmocolita" y lo demuestra con sus desechos caminantes.
Debo expresar mi sentir respecto a esa acepción de "indio" que, considero, es la más barata, racista y nada atinada que se le puede ocurrir a una persona. Es evidente que lo naco no viene de etnia; no viene de genética; no lo quita el dinero (en una gran mayoría de casos lo acentúa), la clase o el nivel de sabiduría acumulado. No, lo naco viene de lo que está adentro de cada persona, de la idiosincracia, del nivel de boñiga que sea cada quien.
Ojalá lo naco fuera solo la parte "cursi" o de mal gusto que la gente cree, "Ay mira que naca se ve con sus pantalones violeta, la blusa verde y sus moños rosas", "Uy, nada más le falta el peluche en el tablero para verse meganaco". Muy lindo sería lo naco como ese desatino de demostrar la falta de conocimiento a voz en cuello, "No mames pendejo, ¿cómo pasas a creer que la luz del sol se tarda ocho minutos en llegar a la tierra? ¡Pos la'stoy viendo 'orita!", "Ay man'ta, la verdá es que, más sin encambio, yo no le hago a eso de las pidamires porque desde chavita que me lastimé la espalda lumbar y el dotor no me deja hacer fletziones, además de que es de que una prima la embarazaron y dicen que es de trata". No, realmente eso es otra cosa.
Lo naco, lo verdaderamente naco, está enraizado en la capacidad de dañar de forma consciente, de hacer un ejercicio de poder desmedido en los momentos menos oportunos; lo naco se le sale a los seres humanos como eructo, como flatulencia, como lapso Freudiano, es intrínseco e inherente; es parte esencial del las almas corruptas, de las pasiones pamboleras, del ámbito Televisa y, no se diga, del Azteca; lo naco se vuelve una bandera, una máscara, una armadura mágica que repele y agrupa. Los nacos se reconocen, se desean, se atraen, se multiplican; son bullies buscando nerds, son políticos buscando votos, son sindicalizados aprovechando la hueva, son hombres y mujeres mártires que buscan dádivas y se arrastran para obtenerlas. Son los primeros en entrar, en salir, en empujar, en arrebatar, en buscar pleito, en salir corriendo, en suplicar, en prometer, en traicionar, en llorar de rabia, en robar, en mentir, codician el guano y lo protegen con la soberbia de un rey y la insolencia de una dama cortesana.
¿Por qué preocuparse por los nacos? Bueno, la verdad es que no me preocupan ellos, me preocupan el resto de los seres humanos, los sanos y los que están en vías de infección, en una sociedad cargada de estrés, de sensación de disparidad en el terreno que provoca cabriolas súbitas aunque sean solo imaginarias, metidos hasta el cogote en un juego de tronos -súpernaco (we')- político y económico del que no se ve ni salida ni ganador, hacinados en una ciudad con un porcentaje atemorizante, y siempre a la alta, de nacos. Por eso hay que preocuparse por los que no son nacos.
La verdad es que no es el tipo de música que escuchan, es el volumen, las repeticiones, el torturar con su gusto a todos los que los rodean. No es que no sepan combinar los colores, es que los usan para agredir visualmente. No es el pobre manejo del lenguaje, es que hacen lo posible por no comunicarse. No es solo un machismo exacerbado, es un "hembrismo" ridículo que se pavonea para transgredir y machacar en la cara de los demás la condición animal de la que gozan (si es que en verdad lo hacen). No es que no tengan modales, es que solo empujando, codeando, cerrando el paso, evitando que otro ocupe su lugar en el transporte colectivo, es la única forma de demostrar fuerza y de ser notorios.
No es cuestión de etnia, no importa que sean prietitos o rubios descoloridos, el naco se siente en desventaja y grita su condición para ser visto, para agredir y no ser humillado -¡Sí! ¡Soy naco y qué!-.
La naca no se cuelga el molcajete para evitar el ridículo, pero si procura que todo lo aceptable esté a la vista, no importa si es alta o chaparra, nalgona o deschichada, debe lucir embarrada, color "mirameafuerza" con cuanto brillo y destello pueda emitir y su voz y risa deben escucharse y más si va una "vieja mamona" cerca.
Los nacos son creados, no engendrados, eternizados por una facción de poder que hace de ellos el arma de la ignorancia, de la mediocridad y de la indolencia. Ser naco es un resultado ideado, mantenido y legalizado por los medios, ser naco es moda, es ejemplo. Ser naco es la única forma de vengarse de sí mismo en los demás.
Los nacos son creados, no engendrados, eternizados por una facción de poder que hace de ellos el arma de la ignorancia, de la mediocridad y de la indolencia. Ser naco es un resultado ideado, mantenido y legalizado por los medios, ser naco es moda, es ejemplo. Ser naco es la única forma de vengarse de sí mismo en los demás.
Lo naco hostiga, humilla, desangra, raspa, escoce, es común, mucho más de lo que estamos dispuestos a aceptar, lo disfrazamos de guasa, de tradición, de uso y costumbre, lo usamos de pretexto para disculpar abusos y les prendemos veladora de estilo, de arte, de cultura. Nada más pobre que una sociedad que busca en sus nacos a los héroes de un pueblo que agoniza en ignorancia, que necesita del saber para vencer al naco que lleva dentro, el mismo que con dos gramos de poder se hace político, líder de opinión, diva de la canción, comentarista de deportes o presidente.
El naco se despierta reacio, ajeno a la realidad, inmerso en su propia negación y sale a desquitarse a pellizcos, patadas y codazos en el metro, en su puestito ambulante, tras el mostrador del banco, contestando el conmutador de una empresa, en su curul, desde su laptop en el Starbucks, en su oficina privada en Santa Fe. El naco no busca, siempre encuentra, molesta, exalta, encabrona, chinga hasta que rompe las barreras del sano juicio y entonces, el pequeño réprobo, se retira sonriente. Mañana volverá a empezar su rutina cargando su caja de inconformidad; restregando a pitazos su existencia en el silencio de lo cotidiano; obstruyendo, con su presencia, el paso de lo real; deteniendo con minucias los proyectos urgentes; ahogando la libertad con su mordaza de importancia imaginaria; caminando despacio entre las prisas de una ciudad que no lo necesita, embarrando vidas de excremento sólido completamente humano.
El naco se despierta reacio, ajeno a la realidad, inmerso en su propia negación y sale a desquitarse a pellizcos, patadas y codazos en el metro, en su puestito ambulante, tras el mostrador del banco, contestando el conmutador de una empresa, en su curul, desde su laptop en el Starbucks, en su oficina privada en Santa Fe. El naco no busca, siempre encuentra, molesta, exalta, encabrona, chinga hasta que rompe las barreras del sano juicio y entonces, el pequeño réprobo, se retira sonriente. Mañana volverá a empezar su rutina cargando su caja de inconformidad; restregando a pitazos su existencia en el silencio de lo cotidiano; obstruyendo, con su presencia, el paso de lo real; deteniendo con minucias los proyectos urgentes; ahogando la libertad con su mordaza de importancia imaginaria; caminando despacio entre las prisas de una ciudad que no lo necesita, embarrando vidas de excremento sólido completamente humano.
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