La Vida Moderna -la hueva-
hueva.
(Del lat. ova, pl. n. de ovum).
1. f. Masa que forman los huevecillos de ciertos pescados, encerrada en una bolsa oval.
2. f. coloq. Guat. y Méx. pereza (‖ negligencia).
La hueva es pereza, sin duda alguna, la negligencia no, eso es política (de esa de políticos y de la otra la que dice que es algo que se hace en un lugar, típico "es política de la empresa..." onda por ahí, o sea que la negligencia es política de los políticos, de los burocratas, de los bancos, de algunos sindicatos y de muchas otras cosas que por hueva y mala memoria -nunca por negligencia- no traigo a colación).
Es cosa de dioses eso de la hueva, también de humanos y de animales, la negligencia es cosa de seres inferiores y objetos sin ánima. Dicen que al dios que hizo su Tierra en una semana le ganó la hueva al séptimo y se tiró a roncar sin procuparse (claro, el muy huevis estaba solapa, como ni madre tuvo, no hubo quien le dijera "¿qué haces ahí echadote?"); no es de extrañarse, de ser cierto que nos hizo uno de esos, que seamos huevones, ¿no?
La hueva es enemiga de las mujeres (de las que no son huevonas), no hay mujer en el mundo que tolere ver a un hombre sin hacer nada. Tan pronto el hombre se deja llevar al nirvana por un súbito ataque de hueva, aparece un avatar de la mujerez (madre, hermana, tía, abuela, novia, amante, esposa, hija o quimera) que más tarda el tipo en acomodarse que aquella en decirle las mil y un cosas que podría estar haciendo en lugar de dedicarse a arrumacarse con la sensual hueva... ¡Ah! Ya entendí, ¡es por celos! (también hay parejas del mismo sexo que no toleran ver a su media fruta rascarse lo que pueda sin interponer senda queja y exigir actividades que los hagan desprenderse de los tibios y cómodos brazos de la modorra).
Nunca faltan los hiperactivos que andan por ahí bocabajeando a la hueva, criticando a sus adoradores, pero no se dan cuenta de lo natural que es ella y lo antinatural de sus acciones, oponerse a la hueva es como querer impedir que llegue la noche; digo, pero de esos impúdicos mejor ni hablar que se dispara la hueva.
La madurez trae consigo una buena dosis de hueva, no hay niño huevón, la energía natural de la infancia se gasta para crecer, es natural llegar a una cierta edad con una digna hueva, honra de haber pasado por una infancia sana y agotadora. Ahora hay padres huevones que impiden el sano cansancio juvenil de sus vástagos y sin saberlo están construyendo a los monstruosos acelerados del futuro, niño que crece sin gastar su cuota energética llegará a adulto lleno de ansiedades y sin gota de hueva (anatema).
Que bella es la hueva que llega para llevarnos a las ensoñaciones (y nunca al sueño) cuasi mahometanas pocas horas antes de salir del trabajo (generalmente después de comer, ya que la hueva vive en contubernio con la satisfacción alimenticia), paraísos inexplorados de recuperación mental, soñar despierto le dicen, pero es hueva, pura, inocente, arraigada en la genética, en la herrada (sí, herrada y no errada, ¿OK?) fe ya que orar sirve para algo -generalmente para caer de hinojos y babear un poco- y en el ánimo, sin un poco de hueva no se puede disfrutar lo logrado.
La sociedad abjura de la hueva, los buenos modales la excomulgan, no hay pena más grande que ser pariente de un huevón en este mundo actual; claro que sin la hueva la realidad de tener que aguantar a esa sociedad con sus morales y sus parientes quejosos la vida seria un martirio. La hueva es coraza, es fuerza, es aquelllo que nos define, aun, como parte de la naturaleza.
Defendería el derecho a huevonear si no me dieran hueva las leyes y la necesidad obsesiva de otorgar la libertad en normas y reglas y cabildeos de seres negligentes, entregados a sus vicios con los que disfrazados de hueva, pretenden acercarse a la superioridad humana desde el fondo de su inferioridad política.
Ahora mismo dejo de necear porque mi hueva, seductora, cálida y llena de modorra reclama mis atenciones, me hundiré hasta el fondo de la baba, dejaré que la circulación de mis miembros se detenga, que mis articulaciones se entuman y las teclas de este aparato se marquen en la cara mientras me deslizo entre sus brazos y me pierdo, me pierdo...
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