16 años sin papá

-Me voy a morir -dijo haciendo a un lado la taza de café-, me equivoque con las pastillas y no sé qué me pueda pasar.

Lo miré con la misma condecendencia de todas las veces anteriores que me había dicho que se iba a morir y le sonreí.

-Hijo, es en serio -su rostro había cambiado ligeramente-; no sé cuantos días llevo tomando las pastillas mal. Algo me va a pasar.

Discutimos la importancia de ir al médico y explicar lo sucedido, pero no logré convencerlo, tenia muchas cosas que hacer en la capilla cercana a la casa y sus clases de pastoral y todo lo todo que tiene que hacer una buena persona con una histeria rampante para ignorarse a sí mismo. Así, el martes nos despedimos para ir a dormir.

-Hijo -me llamó cuando me dirigía a mi recámara-. Te va a tocar todo solo, no pierdas la cabeza ni la calma.

El miércoles y el jueves fueron tranquilos, para el estandar de la casa; mi mamá estaba en Guadalajara cuidando a mi abuela después de una cirugía de emergencia. Los planes eran simples, el viernes, después del trabajo, mi mejor amigo, mi papá y yo iríamos al cine a ver -obvio- el Principe de Egipto y en semana santa los tres nos lanzaríamos a Guadalajara por mi madre.

El viernes 26 de marzo me desperté, vi a mi padre dormido; hice todos los rituales acostumbrados antes de irme a trabajar y desde la puerta me despedí y le dije que recordará estar listo en la tarde.

Me fui a trabajar.

Nunca lo volví a ver.

-Qué caso tiene que les diga lo mucho que lamento no haberme despedido como siempre, con un beso y un abrazo, pero no, había prisa en salir, la prisa del trabajo, del estrés por algo que no nos pertenece-

No es un secreto que nunca fue fácil, parecía que no habría una conciliación entre un machote y su gaycito; hizo todo lo que pudo (favor de no juzgar con ojos actuales lo que sucedió hace más de 40 años), deportes, juegos, amor, regaños, castigos, prohibiciones... Todo lo que pudo en su momento. Yo que sólo quería cantar, bailar, dibujar y leer.

Tuvieron que pasar años de batallas campales, guerras frías, insultos, golpes (de ambos lados) y al final la religión nos separó más que nunca.

-Dios no lo permite -me gritó furioso-.

-Pues no quiero a tu dios - le respondí-. Si nos hizo de una forma para obligarnos a ser de otra sólo para tenerlo contento ¡es un gandalla!

No volvimos a discutir.

No lo supe en su momento, pero entre sus tareas de pastoral, estaba el visitar enfermos en los hospitales. No onda peste como los testigos de Jehová, preguntaba si alguien quería hablar y escuchaba a los que tenían quejas y coraje con su dios. Fue hasta que una de las santas señoras piadosas le pidió cubrir su visita al hospital.

-Nada más no pases a donde tienen a los sidosos -le recomendó desde su pía visión salvadora del mundo-. Son puros jotos groseros.

Algo de eso, tal vez la palabra joto, le movió algo, algo que lo prendió y, siendo quien era, fue directo a la zona no recomendada. Comenzó a ir muy seguido y cada que iba a ese lugar dejaba a dios colgado en la puerta, sus prejuicios y sus miedos también. Conoció a la gente, no a la etiqueta, escuchó historias reales; de amor, de negligencia, de abandono, de soledad, de ambición, de terror, escuchó de vidas, no de estadísticas. Su visión del tema nunca volvió a ser la misma.

-Si dios no te acepta, yo sí -dijo al entrar a mi recámara y me dió un fuerte abrazo y lloramos juntos un buen rato y por mucho tiempo reímos juntos.

Tres años después, no tuve los suficientes para entrar a un cuarto a reconocer su cuerpo.

Tal como me lo dijo, tuve que mantener la cebeza en su lugar y hacer todos los trámites, lidiar con los del seres de pesadilla del Ministerio Público, calmar a mi hermana, llamar a mi madre y explicarle, buscar papeles, recoger su ropa, ver sus lentes rotos, ir de un lado al otro, MP-casa-SEMEFO-Funeraria-casa-MP-Funeraria-SEMEFO...  Afortunadamente mi mejor amigo estuvo a mi lado en todo momento; como mi familia, mis amigos, los amigos de mi padre, su familia de pastoral. Nunca supe qué pasó en el funeral, no pude atender. Recuerdo que en algún momento, después de pelear en el MP por un permiso para cremación que me hicieron esperar por 4 horas en sus instalaciones, ya estábamos esperando a que nos entregaran sus cenizas.

-Yo lo único que le pido a dios es que me mate de un jalón -comentó casual una tarde en la sobremesa-; que no me corten un pie o hacer cama por meses, que me lleve todo.

Fue un infarto fulminante, me dijeron y, por si fuera poco, se desnucó al caer en la banqueta. Murió mientras caminaba sobre Calzada de Tlapan, frente a un kinder con un mural de un desfile de ositos.

Han sido 16 años sin ti, tantas cosas han pasado, nietos y bisnietas, logros y fracasos, enfermedades, miedos y alegrías que ya no compartimos (no tengo fe, así que la confortable frase de "te está viendo desde arriba" no hace mucho por mi) y hoy, como nunca, siento ese dolor de tu ausencia; ha habido años de añoranza, de aceptación, de recuerdos, de preguntas, de inconformidad esta vez regresó el dolor. La vida sigue sin ti y seguirá con tu recuerdo mientras dure. 

Te extraño gordo!

Comentarios

Qué bonito escribes!!! Un abrazo grande...

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