La Vida Moderna -Lo mas importante-
Como siempre, la ilación empieza en donde menos lo espero, estoy paseando mis ojos y mi poca atención de la tv a la pantalla de mi teléfono inteligente y de vuelta. Cinco asnos se disputan el deseado puesto de presidente de mi país y me hacen sentir desesperanza; la gente en las redes sociales se desgañita defendiendo lo indefendible. Entiendo que algunos conocidos defiendan a su candidato, siempre han tenido su huesito con él y esperan que, ahora sí, se le haga la grande y puedan tener su huesote, obvio no lo dicen así y hablan de justicia y bienestar y pueblo bueno y mafia del poder y tipo así; cuántos más no estarán esperanzados en lo mismo con otros candidatos, esperanzados en el negocio de sus vidas por seis años. En fin... mi mente se desliga de tanta pendejada y me obliga a preguntarme por qué cada uno piensa que sus razones son las justas, por qué su candidato es el bueno, por qué su visión es la válida, por qué cada uno de ellos es el más importante.
Me desprendo, mi preguntas hacen eco en mi mente, por qué sólo lo "mío" es lo válido y minimizo y desprecio lo que piensan los otros. Multipliquemos eso por millones y entenderemos por qué las cosas están como están.
Mi única respuesta es ego, es yo, es histeria. Yo sé que te conviene, yo sé como van a estar mejor todos y es a través de mí que lo lograremos. Sin un cerebro complejo, sin neurosis, sin histeria, sin obsesión y, claro, sin un poco de brotes psicóticos, no habría avance y, seguramente, estaríamos espulgándonos en algún árbol. Con el intelecto desarrollado nos empezamos a preguntar qué eran todas las cosas y de dónde venían; quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Tal vez en un principio nos sentimos parte de todas las cosas y nos importó poco compartir el mundo con los demás animales y los demás seres humanos, sentirnos parte de un todo. Pero algo comenzó a reptar en el fondo de nuestra mente, un sentimiento de superioridad, una idea de ser únicos, diferentes, incluso entre nosotros mismos. De, posiblemente, ser hermanos de la naturaleza pasamos a ser sus amos y señores, de ser sirvientes de los dioses pasamos a ser sus hijos favoritos y todo fue nuestro.
Ya con la venia de los dioses o del dios, no hubo quien, la humanidad avanzó creando y destruyendo, siempre pensando en lo más importante, nosotros mismos. Lejos de comprender nuestra intrínseca relación con el entorno, la ambición nos obligó a destruir, exterminar, a olvidar nuestros orígenes tan humildes y entronarnos en un lugar que sólo existe en nuestra mente. No conformes con poseer a la naturaleza nos volvimos contra nosotros mismos y y nos depredamos por el bien de los dioses, de los reinos, de los pueblos. Por supuesto es sólo un aspecto de nuestra neurosis, no hubo tales dioses ni reino ni pueblo (bueno, sí, pero más que nada fueron el excusa para cumplir los deseos de un maniaco), somos nosotros cumpliendo nuestros caprichos por la ambición propia o de otros, por el deseo de ser o hacer algo con un pretexto que nos permita salirnos con la nuestra.
Nuestra capacidad inquisitiva está cargada de crueldad disfrazada de genuina curiosidad y, bueno, no puede ser de otra forma, sin destripar no podemos conocer lo interno y para poder hacerlo necesitamos una dosis esa crueldad que no existe en ninguna otra especie. Esa capacidad nos permitió, en aras de lo que quieran, desarrollar tecnologías sublimes que han hecho de la vida un placer pero también armas cada vez más letales, para usarlas en contra de los que no son nosotros, los que no piensan igual, que son de otro tono de piel, que tienen otros dioses, otras visiones del mundo. Sólo lo nuestro, sólo lo mío vale la pena protegerse, defenderse.
Y vuelvo al presente y veo a cinco bestias peleando por el derecho de hacer su voluntad, de convencer a los demás de que sólo su visión es válida; que por su ambición de años, por sus deseos de venganza, revancha o, simplemente de obtener poder están dispuestos a mentir y prometer lo que sea y leo a sus creyentes, iguales que los que se lanzaron a guerras de conquista, guerras santas siguiendo ideales ajenos, dispuestos a luchar por ver cumplidos los sueños de otros, los propios no importan, porque en la histeria de olvidarse de uno se cae en la contradicción de creer la promesa de que para cada candidato nosotros somos lo más importante.
Me desprendo, mi preguntas hacen eco en mi mente, por qué sólo lo "mío" es lo válido y minimizo y desprecio lo que piensan los otros. Multipliquemos eso por millones y entenderemos por qué las cosas están como están.
Mi única respuesta es ego, es yo, es histeria. Yo sé que te conviene, yo sé como van a estar mejor todos y es a través de mí que lo lograremos. Sin un cerebro complejo, sin neurosis, sin histeria, sin obsesión y, claro, sin un poco de brotes psicóticos, no habría avance y, seguramente, estaríamos espulgándonos en algún árbol. Con el intelecto desarrollado nos empezamos a preguntar qué eran todas las cosas y de dónde venían; quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Tal vez en un principio nos sentimos parte de todas las cosas y nos importó poco compartir el mundo con los demás animales y los demás seres humanos, sentirnos parte de un todo. Pero algo comenzó a reptar en el fondo de nuestra mente, un sentimiento de superioridad, una idea de ser únicos, diferentes, incluso entre nosotros mismos. De, posiblemente, ser hermanos de la naturaleza pasamos a ser sus amos y señores, de ser sirvientes de los dioses pasamos a ser sus hijos favoritos y todo fue nuestro.
Ya con la venia de los dioses o del dios, no hubo quien, la humanidad avanzó creando y destruyendo, siempre pensando en lo más importante, nosotros mismos. Lejos de comprender nuestra intrínseca relación con el entorno, la ambición nos obligó a destruir, exterminar, a olvidar nuestros orígenes tan humildes y entronarnos en un lugar que sólo existe en nuestra mente. No conformes con poseer a la naturaleza nos volvimos contra nosotros mismos y y nos depredamos por el bien de los dioses, de los reinos, de los pueblos. Por supuesto es sólo un aspecto de nuestra neurosis, no hubo tales dioses ni reino ni pueblo (bueno, sí, pero más que nada fueron el excusa para cumplir los deseos de un maniaco), somos nosotros cumpliendo nuestros caprichos por la ambición propia o de otros, por el deseo de ser o hacer algo con un pretexto que nos permita salirnos con la nuestra.
Nuestra capacidad inquisitiva está cargada de crueldad disfrazada de genuina curiosidad y, bueno, no puede ser de otra forma, sin destripar no podemos conocer lo interno y para poder hacerlo necesitamos una dosis esa crueldad que no existe en ninguna otra especie. Esa capacidad nos permitió, en aras de lo que quieran, desarrollar tecnologías sublimes que han hecho de la vida un placer pero también armas cada vez más letales, para usarlas en contra de los que no son nosotros, los que no piensan igual, que son de otro tono de piel, que tienen otros dioses, otras visiones del mundo. Sólo lo nuestro, sólo lo mío vale la pena protegerse, defenderse.
Y vuelvo al presente y veo a cinco bestias peleando por el derecho de hacer su voluntad, de convencer a los demás de que sólo su visión es válida; que por su ambición de años, por sus deseos de venganza, revancha o, simplemente de obtener poder están dispuestos a mentir y prometer lo que sea y leo a sus creyentes, iguales que los que se lanzaron a guerras de conquista, guerras santas siguiendo ideales ajenos, dispuestos a luchar por ver cumplidos los sueños de otros, los propios no importan, porque en la histeria de olvidarse de uno se cae en la contradicción de creer la promesa de que para cada candidato nosotros somos lo más importante.
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