Despedidas... Alejandra Montesinos.
Hace muchos años trabajé en un lugar maravilloso como sueño y horrendo como pesadilla. Afortunadamente siempre fue más sueño que pesadilla. Ese lugar me regaló gente extraordinaria que llenó, y algunas siguen llenando, mi corazón de alegría.
Hoy me entero con tristeza que una de esas personas ya no está con nosotros, que ya está con su hermana (otra mujer entrañable).
Alejandra Montesinos, la "señora de la limpieza".
Alita para todos.
Alita era silenciosa, discreta, "muy poquita" cuando la conocí; siempre entraba y salía sin hacer ruido, si acaso un discretísimo buenos días y desaparecía.
En ese entonces yo era el jefe de uno de los Departamentos de color de aquella editorial, no puedo negar que desde el jefe hasta el más nuevo colorista, todos teníamos un poco de locos, gritos, risa, música, comida, compañerismo, enfrentamientos, discusiones y acuerdos, todo cabía en una sóla oficina en un sólo día. Alita entraba y salía siempre riendo por lo bajito y así pasaron muchos meses.
Un día entré a la cocina y la encontré descansando, no la había visto en todo el día y me acerqué a saludarla, me incliné y le di un beso en la mejilla. Con los ojos fuera de órbita me rechazo y me dijo "no me bese, soy sirvienta!". Un calor insoportable me recorrió todo el cuerpo, me indignó que una persona se viera a sí misma de esa forma. En absoluta honestidad no recuerdo qué tanto le dije, sólo recuerdo que le insistí en que era una compañera de trabajo, una persona digna y que no había diferencias entre nosotros. Sobra decir que después de eso, pasábamos largas horas platicando y se volvió parte esencial de nuestro equipo.
Por ese tiempo, después de la muerte de mi padre, las sospechas sobre mi homosexualidad habían pasado los límites de tolerancia y no vi otra opción que salir del closet de forma intempestiva (si ya lo sabía mi familia desde años antes, ya que importaba el resto del mundo) y para mi sorpresa no hubo ni un sólo pero por parte de la gente que más me importaba. Alita y su hermana Magos nunca dijeron nada, siguieron siendo las mismas personas encantadores conmigo.
Justo antes de que el lugar de sueños se terminará de transformar en pesadilla, por lo que terminé profundamente agradecido el día que me corrieron, me encontré a Alita en la cocina y me dijo, con su inconfundible switcheo del tú al usted "que bueno te veo aquí, ya casi termino techar mi casa, voy a invitarlo a comer, traes tu novio!" En ese momento me quedó muy claro que no tuvo ningún problema y que me aceptaba tal cual. Claro, ya después me corrieron y quedé invitado a no volver, ya no fui a la inauguración de la casa de Alita.
A veces la vida te lleva en su torrente y terminas en lugares que no sospechabas y dejas atrás, muy atrás las viejas orillas familiares, aunque te la vives jurando que vas a regresar un día.
Ale... Espero que nunca más te hayas sentido así, como ese día que te di un beso de saludo, te mando muchos besos y abrazos para tu camino y espero que los compartas con Magos allá, a donde nos iremos todos algún día.
Gracias por acompañar nuestro camino.
Hoy me entero con tristeza que una de esas personas ya no está con nosotros, que ya está con su hermana (otra mujer entrañable).
Alejandra Montesinos, la "señora de la limpieza".
Alita para todos.
Alita era silenciosa, discreta, "muy poquita" cuando la conocí; siempre entraba y salía sin hacer ruido, si acaso un discretísimo buenos días y desaparecía.
En ese entonces yo era el jefe de uno de los Departamentos de color de aquella editorial, no puedo negar que desde el jefe hasta el más nuevo colorista, todos teníamos un poco de locos, gritos, risa, música, comida, compañerismo, enfrentamientos, discusiones y acuerdos, todo cabía en una sóla oficina en un sólo día. Alita entraba y salía siempre riendo por lo bajito y así pasaron muchos meses.
Un día entré a la cocina y la encontré descansando, no la había visto en todo el día y me acerqué a saludarla, me incliné y le di un beso en la mejilla. Con los ojos fuera de órbita me rechazo y me dijo "no me bese, soy sirvienta!". Un calor insoportable me recorrió todo el cuerpo, me indignó que una persona se viera a sí misma de esa forma. En absoluta honestidad no recuerdo qué tanto le dije, sólo recuerdo que le insistí en que era una compañera de trabajo, una persona digna y que no había diferencias entre nosotros. Sobra decir que después de eso, pasábamos largas horas platicando y se volvió parte esencial de nuestro equipo.
Por ese tiempo, después de la muerte de mi padre, las sospechas sobre mi homosexualidad habían pasado los límites de tolerancia y no vi otra opción que salir del closet de forma intempestiva (si ya lo sabía mi familia desde años antes, ya que importaba el resto del mundo) y para mi sorpresa no hubo ni un sólo pero por parte de la gente que más me importaba. Alita y su hermana Magos nunca dijeron nada, siguieron siendo las mismas personas encantadores conmigo.
Justo antes de que el lugar de sueños se terminará de transformar en pesadilla, por lo que terminé profundamente agradecido el día que me corrieron, me encontré a Alita en la cocina y me dijo, con su inconfundible switcheo del tú al usted "que bueno te veo aquí, ya casi termino techar mi casa, voy a invitarlo a comer, traes tu novio!" En ese momento me quedó muy claro que no tuvo ningún problema y que me aceptaba tal cual. Claro, ya después me corrieron y quedé invitado a no volver, ya no fui a la inauguración de la casa de Alita.
A veces la vida te lleva en su torrente y terminas en lugares que no sospechabas y dejas atrás, muy atrás las viejas orillas familiares, aunque te la vives jurando que vas a regresar un día.
Ale... Espero que nunca más te hayas sentido así, como ese día que te di un beso de saludo, te mando muchos besos y abrazos para tu camino y espero que los compartas con Magos allá, a donde nos iremos todos algún día.
Gracias por acompañar nuestro camino.
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