La Vida Moderna -Facebook-
Originalmente Facebook era un sitio de estudiantes de la Universidad de Harvard para que estos compartieran ideas, gustos y sentimientos, nadie se imaginaba la trascendencia que tendría en pocos años, especialmente al abrirse al mundo y a cualquier araña con correo electrónico; así los primeros ajenos a Harvard fueron, tal vez, los mejores y lejanos amigos, los parientes y después los desconocidos que, un tanto jariosos, se empezaron a dar cuenta que había algo más que simplemente enviarse vasitos de yogur, café o flores en la madrugada. Se podia calificar a los(as) solteros(as) más guapos(as), comprar a tus amistades y ofrecerlas como regalos. La idea original era compartir cuantipendejada se le pudiera ocurrir a un alumno desvelado (los ya viejitos en esto podremos recordar cuando jugábamos a peleas de vampiros, zombies y hombres lobo, mandarnos regalos de comics, flores y tanta tarugada que uno pudiera encontrar) o sea, una herramienta lúdica y de compañía para los eternos momentos de tareas aburridas.
Conforme se anexaban personas de todo el orbe, el lugar se iba convirtiendo en una divertida romería en la que cualquier idea, por idiota que fuera, se discutía, se reenviaba o simplemente se ignoraba por lo mismo, o sea, por idiota. Había un ambiente de camaradería un tanto ñoña, un poco juvenil que no dependía de la edad de los implicados, era en verdad una red social que permitía reencontrarte con viejos amigos, con familiares lejanos y, hasta, con el amor de tu vida.
Ahora Facebook se encuentra enriquecido con tantas y distintas variedades de seres humanos -sí, por increíble que parezca somos humanos-.
Están los ofendidos, no importa de qué lado de la supuesta tolerancia se encuentran, todo está dicho para ofenderlos, para humillarlos, por sus ideas, por su color, por su orientación, por sus creencias, porque no hay nada más ofensivo que lo que ellos se imaginan que la gente quiere decir; blanco y negro se vuelven facciones, arriba y abajo controversias y lo contrario siempre es en contra nunca en beneficio.
Los que defienden a los animales, los que defienden a los humanos, los que buscan complots extraterrestres, los divulgadores de verdades científicas, los que piensan que reenviando fotos salvan al mundo.
Los deprimidos que nunca les va bien y que su vida es un drama continuo y que cada vez que escribe un cambio de estado en Facebook va uno por kleenex y galletas de animalitos.
Los alegres que no hay forma de arrancarles la sonrisa de la cara.
Hay más, los políticos, aquellos que si no sigues su corriente eres un conformista, un vendido, un traidor a la patria, a sus ideales (de ellos, la patria ni sabe), toda plática termina girando entorno a como sus ideas salvarán al país, a los ciudadanos y a los pobres (todo esto escrito desde el iphone en uno de los Starbucks de Santa Fe).
Las santas y santos patronos de la veladora inagotable, que ven a Satanás en todos lados, que lloran sangre frente a la concupiscencia inmoral de los entregados a las orgías de placer malsano de compartir pendejadas que no hablan de dios.
Los perfectos que nunca se equivocan, que pueden con su vida y las de todos los demás.
Gastos ridículosos en estudios absurdos para que algunos puedan inflarse el ego en azotarle en la jeta a alguien que está enfermo de selfitis (antes considerado narcisismo y nadie nos morimos de eso).
Los que nos trepamos a la tribuna del muro a decir estupideces sin control ad nauseam.
Los intelectuales que desamigan porque alguien se portó de forma inmadura.
Están también los prudentes que abren su página muy de vez en cuando y los paranoicos que creen que todo será usado en su contra, que los ven, que les saben, que no tienen cuenta en Twitter para evitar que los sigan.
Suena divertido, ¿no?
Por lo menos hasta ahora que la gente ha empezado a ser cada vez más lo que cree que los demás esperan de ella.
Esa proliferación de "papás" espirituales que hacen que Facebook parezca la sala de la casa o el comedor a la hora de la cena -o un pasillo de secundaria con prefectos (autonombrados) que se la pasan juzgando lo escrito, la forma de comportarse, los links compartidos y las fotografías-, actuando como inquisidores y modelos a seguir por su intachable comportamiento "facebookero", calificando el contenido de las páginas de los amigos y parientes, exigiendo cuentas de lo que en cada una se hace, se dice, telépatas expertos que saben lo que uno piensa (bueno, no, en realidad muy malos y nunca le atinan, pero ellos muy ufanos), repartiendo adjetivos a diestra y siniestra. Dan ganas de reírse un poco al leer los regaños sofisticados de los nuevos promotores de una moral y ética del Facebook que se ofenden e indignan ante los comentarios, fotografías, links y videos, que censuran la libertad de cada uno en sus propias páginas, que parecen patrullar buscando lo que, para ellos, es un desacato.
Todo se puede tolerar, menos que vengan a tu muro a decirte qué escribir, cómo hacerlo y cuándo.
Se supone que estás con amigos y familiares (obvio con una buena dosis de desconocidos que te hacen la vida más agradable) y que puedes soltar la lengua sin problema y compartir lo que tu libertad y límites de pudor permitan, pero ahora parece ofensa capital (no falta el que asegura que esas son pláticas íntimas o de cafetería). Por más que busco no encuentro el Manual de esos Carreño digitales que nos indique qué es lo correcto y mientras eso sucede lo ideal sería que, en lugar de regañar, se despidieran discretamente de los pécoros que no pueden controlar sus instintos.
Por mi cuenta, y aunque existiera un manual de conducta, seguiré siendo yo, el mismo guarro y patán despreocupado que lo mismo les comparte fotos y links, les comento cuando se me tuerce el huevo (problema muy común cuando uso boxers holgados) o les inundo sus paredes con las noticias de mis mil fotografias de perfil como lo he hecho desde que abrí una cuenta en ese sitio, total es FACEbook, ¿no?
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