La Vida Moderna -Mentiras verdaderas-
No es un secreto que me molesta que se satanize al "bullying" porque desde tiempos inmemoriales la condición humana siempre le carga la mano al más débil, al mas gordo, al más llorón, al más pazguato, etc. En mi travesía por la vida escolar, desde el kinder hasta la universidad fui víctima de chavos más cabrones, en montón (como buen ser humano) molesté a otros más mensos (a veces haciendo esa profunda pregunta a los dioses, ¿somos hombres o animales?) y, al final, a puño cerrado defendí mi condición y me gané el respeto de algunos (más animales que yo) que no entendieron que ya no era chistoso seguir fregando. Parece mentira, pero ciertas acciones y reacciones son necesarias para el fortalecimiento del carácter (que ninguna mamada new age puede superar), no puedo imaginarme para dónde van las sociedades actuales con tanta prohibición del espíritu fregativo humano, como si fuera algo ajeno, como si la historia de guerras y violencia del humano desapareciera con sólo volverse en contra de una de sus propias condiciones.
Por siglos, el poder, esa especie de consenso social (que no el gobierno o la iglesia) que crea los conceptos morales, ha visto por el buen funcionamiento del orden de grupos de seres humanos en convivencia. Fue normal tener esclavos, fue normal poseer a la mujer como objeto, los niños fueron objeto de intercambio de los propios padres y matar era la respuesta lógica ante el agravio. El humano aprendió perfectamente que la mejor manera de someter es humillando, cortando toda posibilidad retribución por parte del sometido a través del miedo. Suena aterrador, pero es peor cuando nos damos cuenta del acto consciente que se requiere para actuar de esa forma, de lo frío y calculado que debe ser para que funcione y lo profundamente humano que resulta el abuso.
Esto no es una apología a la maldad, no es una forma de hacerle morcillas al diablo y mirar para el otro lado. Todos, aun los más venerados hombres y mujeres que luchan día a día por el bienestar de los seres humanos, viven pequeños momentos de frustración que los obligan a recurrir aun brote violento para liberar un poco de la angustia generada por el auto control (azotando una puerta, aventando las llaves, empujando, tirando o simplemento llorando frente al espejo -que no deja de ser un acto violento en contra de sí mismo-).
Desgraciadamente no fue la comicidad ni la habilidad poética las que permitieron al ser humano evolucionar, fue la violencia, la territorialidad, la posesión de las hembras para la reproducción, comer y no ser comido. Neurotizarnos fue lo mejor que pudo pasarnos y lo que, al final, nos hizo humanos. Si los homínidos hubieran sido tan serenos como los conejos o los bovinos, así seguiríamos, paciendo tranquilamente en espera de una muerte por vejez o masticación. También sirvió de mucho apoyo el desarrollo de la mente, desconfiada y paranoica, que grita ¡vamos a madrear antes de ser madreados! Una mente única en la naturaleza, que ya no se basa en olores o sonidos para preparar una respuesta, una mente compleja que pregunta y se responde a sí misma, una que escucha su propia voz retumbando en algún lugar de su cuerpo. Esa voz divinizada que más tarde saldrá del cuerpo y ascenderá a los cielos a gobernar los destinos de naciones enteras. Una voz violenta, iracunda, que exige sacrificios, sangre, guerra, pasión desbordada.
Desde luego que no todo es malo, pues dentro de nosotros tambien está la voz de la razón, la voz que habla de amor, de conocimiento, de leyes y derechos (claro que por la razón se inician guerras, por amor se mata, el conocimiento ha ayudado a hacer mejores y más rápidos medios de exterminio, las leyes no se aplican parejas y los derechos son más torcidos que dedos artríticos).
Por miles de años, los humanos hemos sido sólo eso, humanos. Ahora es una vergüenza reconocer la riqueza de nuestro camino; maquillamos las llagas del racismo, de la intolerancia, criticamos la violencia de los demás y nos contamos cuentos antes de dormir de lo bueno que tiene la humanidad como la pintura, la poesía, la música, el deporte (que ya entrados en apasionamientos los fans terminan en estados bestiales por la pasión). Podemos mentir a los niños, darles una cátedra de amor y un video juego con el que podrán dar rienda suelta a todas sus ansias destructivas, tan suyas, tan nuestras, tan codificadas en nuestra genética. Preferimos vivir en un presente perpetuo, prodigando a cuentagotas nuestra preciosa ayuda a causas humanas; contra guerras, abuso, contaminación, esclavitud, trata; queremos dormir con la conciencia tranquila enfundados en ropa cosida por niños esclavos de corporativos que no sólo destruyen el medio ambiente sino que también corrompen el alma humana con falsas ideas de superioridad, de soberbia, de pertenencia a otro estrato por una etiqueta, por un estilo de vida. Se defienden selvas lejanas y se pisa el pasto; con vehemencia se lucha por la educación y se aprende en la banqueta con marihuana y caguamas; se busca la igualdad señalando diferencias raciales, religiosas y económicas. Ejemplos mamones sobran y acciones neta faltan.
La humanidad se encuentra en el punto más álgido de sus niveles de hipocresía social, moral y religiosa; guiados por naciones sin límites que no pretenden seguir siendo mal ejemplo, los humanos encuentran pajas en los ojos ajenos, disimulando la legendaria viga en los propios. Sí, el mal proviene de la violencia (entonces el mal somos todos) y es por eso que ahora necesitamos un mundo de obesidad, de entrega a las redes sociales, de obnubilación mediática, de causas por salvar un algo, un alguien o un coso de algún lugar distante; necesitamos renegar de nosotros mismos, de nuestra esencia y retomar los valores de otros, que nos dan la guía moral con una mano y aguardan calmados con una pistola en la otra por si nos ponemos locos o muy rebeldes.
Es necesario negarles a los niños la oportunidad de crecer y defenderse por sí mismos, total, siempre habrá un papá, una mamá, un maestro, un policía que los proteja contra las agresiones del mundo, de los niños malos, de los jefes gritones o de una esposa iracunda.
Yo, en lo personal, me considero pacifista, pero no pendejo (obvio eso queda abierto a discusión y depende de la mirada de los otros, misma que me vale madres) porque reconozco que la violencia es parte inherente de nuestra historia y es por eso que sé que para mentener la paz hacen falta ejercitos en las fronteras y un garrote en casa, las puras pinches intenciones no sirven para maldita la cosa.
Por siglos, el poder, esa especie de consenso social (que no el gobierno o la iglesia) que crea los conceptos morales, ha visto por el buen funcionamiento del orden de grupos de seres humanos en convivencia. Fue normal tener esclavos, fue normal poseer a la mujer como objeto, los niños fueron objeto de intercambio de los propios padres y matar era la respuesta lógica ante el agravio. El humano aprendió perfectamente que la mejor manera de someter es humillando, cortando toda posibilidad retribución por parte del sometido a través del miedo. Suena aterrador, pero es peor cuando nos damos cuenta del acto consciente que se requiere para actuar de esa forma, de lo frío y calculado que debe ser para que funcione y lo profundamente humano que resulta el abuso.
Esto no es una apología a la maldad, no es una forma de hacerle morcillas al diablo y mirar para el otro lado. Todos, aun los más venerados hombres y mujeres que luchan día a día por el bienestar de los seres humanos, viven pequeños momentos de frustración que los obligan a recurrir aun brote violento para liberar un poco de la angustia generada por el auto control (azotando una puerta, aventando las llaves, empujando, tirando o simplemento llorando frente al espejo -que no deja de ser un acto violento en contra de sí mismo-).
Desgraciadamente no fue la comicidad ni la habilidad poética las que permitieron al ser humano evolucionar, fue la violencia, la territorialidad, la posesión de las hembras para la reproducción, comer y no ser comido. Neurotizarnos fue lo mejor que pudo pasarnos y lo que, al final, nos hizo humanos. Si los homínidos hubieran sido tan serenos como los conejos o los bovinos, así seguiríamos, paciendo tranquilamente en espera de una muerte por vejez o masticación. También sirvió de mucho apoyo el desarrollo de la mente, desconfiada y paranoica, que grita ¡vamos a madrear antes de ser madreados! Una mente única en la naturaleza, que ya no se basa en olores o sonidos para preparar una respuesta, una mente compleja que pregunta y se responde a sí misma, una que escucha su propia voz retumbando en algún lugar de su cuerpo. Esa voz divinizada que más tarde saldrá del cuerpo y ascenderá a los cielos a gobernar los destinos de naciones enteras. Una voz violenta, iracunda, que exige sacrificios, sangre, guerra, pasión desbordada.
Desde luego que no todo es malo, pues dentro de nosotros tambien está la voz de la razón, la voz que habla de amor, de conocimiento, de leyes y derechos (claro que por la razón se inician guerras, por amor se mata, el conocimiento ha ayudado a hacer mejores y más rápidos medios de exterminio, las leyes no se aplican parejas y los derechos son más torcidos que dedos artríticos).
Por miles de años, los humanos hemos sido sólo eso, humanos. Ahora es una vergüenza reconocer la riqueza de nuestro camino; maquillamos las llagas del racismo, de la intolerancia, criticamos la violencia de los demás y nos contamos cuentos antes de dormir de lo bueno que tiene la humanidad como la pintura, la poesía, la música, el deporte (que ya entrados en apasionamientos los fans terminan en estados bestiales por la pasión). Podemos mentir a los niños, darles una cátedra de amor y un video juego con el que podrán dar rienda suelta a todas sus ansias destructivas, tan suyas, tan nuestras, tan codificadas en nuestra genética. Preferimos vivir en un presente perpetuo, prodigando a cuentagotas nuestra preciosa ayuda a causas humanas; contra guerras, abuso, contaminación, esclavitud, trata; queremos dormir con la conciencia tranquila enfundados en ropa cosida por niños esclavos de corporativos que no sólo destruyen el medio ambiente sino que también corrompen el alma humana con falsas ideas de superioridad, de soberbia, de pertenencia a otro estrato por una etiqueta, por un estilo de vida. Se defienden selvas lejanas y se pisa el pasto; con vehemencia se lucha por la educación y se aprende en la banqueta con marihuana y caguamas; se busca la igualdad señalando diferencias raciales, religiosas y económicas. Ejemplos mamones sobran y acciones neta faltan.
La humanidad se encuentra en el punto más álgido de sus niveles de hipocresía social, moral y religiosa; guiados por naciones sin límites que no pretenden seguir siendo mal ejemplo, los humanos encuentran pajas en los ojos ajenos, disimulando la legendaria viga en los propios. Sí, el mal proviene de la violencia (entonces el mal somos todos) y es por eso que ahora necesitamos un mundo de obesidad, de entrega a las redes sociales, de obnubilación mediática, de causas por salvar un algo, un alguien o un coso de algún lugar distante; necesitamos renegar de nosotros mismos, de nuestra esencia y retomar los valores de otros, que nos dan la guía moral con una mano y aguardan calmados con una pistola en la otra por si nos ponemos locos o muy rebeldes.
Es necesario negarles a los niños la oportunidad de crecer y defenderse por sí mismos, total, siempre habrá un papá, una mamá, un maestro, un policía que los proteja contra las agresiones del mundo, de los niños malos, de los jefes gritones o de una esposa iracunda.
Yo, en lo personal, me considero pacifista, pero no pendejo (obvio eso queda abierto a discusión y depende de la mirada de los otros, misma que me vale madres) porque reconozco que la violencia es parte inherente de nuestra historia y es por eso que sé que para mentener la paz hacen falta ejercitos en las fronteras y un garrote en casa, las puras pinches intenciones no sirven para maldita la cosa.
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