La Vida Moderna -Manual I-
¿Se ha preguntado alguna vez qué se necesita para ser una de esas madres de las cuales los hijos nunca se separan?
Es evidente que, primero que nada, se necesita de -mínimo- un vástago varón -y de preferencia de máximo también, pues no hay Naborita que alcance para dos y eso genera rivalidades (si ya tiene dos, aguántese o regale a uno)-, ese pedacito de vida al cual seguirá como "fans" el resto de vida y si es posible después también.
Es importante siempre rebajar la imagen del padre -si lo tiene-, hacerlo ver como una molesta, pero necesaria, presencia que copa los maternales instintos y da al traste los amorosos cuidados de mamá. En caso de que el papá ya no se encuentre, nunca lo hizo o fue una paloma blanca, ¡qué mejor!, no vale la pena ni mencionarlo -salvo en momento de acusaciones perversas recordando siempre la frase: "eres igual que el desgraciado de tu padre". Nunca falla-.
Se requiere de condición física, pues deberá seguirle a cada paso, a cada respiro, observando, cuidando, salvando de las maldades reales y ficticias, de gérmenes ciertos o falsos, de las mascotas -en estos puntos es necesario recurrir a la mitología y sacar seres monstruosos de la manga ya que los niños no le temen ni al diablo-, de la comida que no sale de sus santas manos -siempre recuerde descalificar la comida que cocine cualquier otra mujer, si, incluso la de la esposa, alegando la falta de devoción en el preparado-, de los niños malandros, de las niñas... esas arpías en embrión que más tarde serán motivos de desvelos y sufrimiento.
Es justo desarrollar telepatía para saber qué piensa el pequeño para dárselo antes de que lo pida -si no se consigue, entonces las necesidades del monstruo deberán ser creadas, para nunca fallarle y, sobre todas las cosas, para que nunca busque satisfacerlas lejos de las alas protectoras del hogar- y telekinesis para allegarle todo lo que le haga falta sin molestarle o tener que desprenderlo de su regazo para buscarle el chupón, otro pañal, el balón de soccer o los cigarros.
Si es usted de esas mujeres con vocación de mártir, ya tiene ganada gran parte de la batalla, ya que el infante insistirá en vivir su vida, usted debe tirarse al dolor físico y del alma, para que él vea como sus insensibles acciones vulneran profundamente a la autora de sus días. Procure tener siempre una foto del recuerdo, una de esas en las que el niño se ve feliz a su lado, para que usted, en pleno llanto fervoroso le pregunte si no recuerda esos momentos de dicha o que si ya olvido la vieja canción de cuna -que debe ser séntida y con tono irlandés para que remueva el corazón del chamaco-, si falla algo de lo anterior, se debe recurrir a las cuentas claras y dejar claro quién sacrificó qué cosa por quién -o sea: yo te di, yo te hice y así me pagas, pero hay un dios...-.
Siempre tenga a la mano un libro de herbolaria, esto le ayudará a dar siempre una respuesta pronta y expedita a sus malestares con medicina tradicional, dándole un aire docto y de sabiduría que no tendrán las madres de otros niños que todo lo solucionan con el doctor -que aparte de desplumar el monedero, les magulla al escuincle sin pudor alguno, como si fuera pollo de mercado-.
Si no sabe, invente. Es muy simple, empeñe su palabra en que lo que usted dice es verdad y deje claro que en caso de oponerse o de saber otras verdades, no es un buen hijo, que no merece los cuidados y atenciones que se le brindan y que no volverá a plancharle la ropa que lleva a la universidad.
La comida es esencial para mantener a un hijo cerca, siempre dele el gusto de preparar los platillos que usted quiera que él se coma, haga de la hora del desayuno, la comida y la cena un momento especial, platicando anécdotas simples, recuérdele como se prendía a su pezón cuando era pequeño, de las primeras veces que le bañó en su tinita, de los viajes con los primos y las tías, de las noches que pasó en vela rezando porque la tesis le quedara bien.
Practique algún deporte con el pequeño, siempre considerando medidas de seguridad para ambos, la calle es peligrosa y los parques están llenos de bribones que ya no respetan a las damas con hijos. Haga del torneo de matatena o de canicas en su recámara un acontecimiento, prepare palomitas, refrescos, ordene un pizza y a él permítale tomar una cerveza y fumarse un cigarrillo al terminar -si gana, dele chance de chatear 15 minutos con algún amigo que usted prefiera-.
La seguridad de ambos es indispensable dentro de casa, no permita que cargue con un juego de llaves, puesto que los hijos son descuidados y pueden perderlas, así que cargue usted con la responsabilidad y recuérdele que debe estar temprano en casa, muéstrele la nota roja de los periódicos, deje encendida la televisión en el noticiero de la noche, cuéntele de las mujeres asesinadas en soledad a pocas cuadras de casa, pregunte si es en verdad necesario que salga a enfrentar un mundo lleno de lagartas indecentes y dele la bendición antes de salir con los ojos anegados en lágrimas de preocupación -espere al retoño en una silla incómoda rezando un rosario y con claras muestras de dolor pregunte, cuando llegue, si prefiere cenar o que le prepare una pancita-.
La dignidad es muy importante, por lo que debe mantener la frente en alto y no ceder ante nada, cuando llegue le momento de conocer a la novia -que si la consiguió, usted hizo algo mal-, no baje la mirada y dígale con los ojos a esa buscona que no le será nada fácil ganar el corazón de su cachito, dígale que esta por entrar al infierno y que la guerra sucia de los políticos no será nada comparada a lo que usted planea -recuerde que la dicha de ser madre está en riesgo, no ceda ni ceje en esfuerzos, este es el momento decisivo, el momento para el que nació, hágala polvo-.
Después de la guerra por el amor de un hijo, el triunfo debe ser modesto, cuando se derrote a una advenediza, debe quedar claro que con mamá no se puede, que mamá sabe -de saber que no de sabor- lo que es mejor para su hijo. Un viaje de compensación, cenas especiales y de ser posible permítale festejar su cumpleaños con algunos de los amigos que le sobreviven -seguro no son más de cuatro- y que aun son solteros. Deleite la velada con los álbumes de la infancia, mostrando los trofeos que guarda en las cajitas coloridas de cartón, así, entre algodones, podrá mostrar los ricitos de cabello, los dientes, el cordón umbilical, el prepucio reseco; desempolvar las viejas grabaciones de audio y video donde usted es motivo de homenaje en las escuelas donde el precioso muñequito de su eterno pastel le canta -cada año elige la misma y la canta con una extraña pasión en su mirada- esa enternecedora canción de Juan Gabriel: Amor Eterno.
Es evidente que, primero que nada, se necesita de -mínimo- un vástago varón -y de preferencia de máximo también, pues no hay Naborita que alcance para dos y eso genera rivalidades (si ya tiene dos, aguántese o regale a uno)-, ese pedacito de vida al cual seguirá como "fans" el resto de vida y si es posible después también.
Es importante siempre rebajar la imagen del padre -si lo tiene-, hacerlo ver como una molesta, pero necesaria, presencia que copa los maternales instintos y da al traste los amorosos cuidados de mamá. En caso de que el papá ya no se encuentre, nunca lo hizo o fue una paloma blanca, ¡qué mejor!, no vale la pena ni mencionarlo -salvo en momento de acusaciones perversas recordando siempre la frase: "eres igual que el desgraciado de tu padre". Nunca falla-.
Se requiere de condición física, pues deberá seguirle a cada paso, a cada respiro, observando, cuidando, salvando de las maldades reales y ficticias, de gérmenes ciertos o falsos, de las mascotas -en estos puntos es necesario recurrir a la mitología y sacar seres monstruosos de la manga ya que los niños no le temen ni al diablo-, de la comida que no sale de sus santas manos -siempre recuerde descalificar la comida que cocine cualquier otra mujer, si, incluso la de la esposa, alegando la falta de devoción en el preparado-, de los niños malandros, de las niñas... esas arpías en embrión que más tarde serán motivos de desvelos y sufrimiento.
Es justo desarrollar telepatía para saber qué piensa el pequeño para dárselo antes de que lo pida -si no se consigue, entonces las necesidades del monstruo deberán ser creadas, para nunca fallarle y, sobre todas las cosas, para que nunca busque satisfacerlas lejos de las alas protectoras del hogar- y telekinesis para allegarle todo lo que le haga falta sin molestarle o tener que desprenderlo de su regazo para buscarle el chupón, otro pañal, el balón de soccer o los cigarros.
Si es usted de esas mujeres con vocación de mártir, ya tiene ganada gran parte de la batalla, ya que el infante insistirá en vivir su vida, usted debe tirarse al dolor físico y del alma, para que él vea como sus insensibles acciones vulneran profundamente a la autora de sus días. Procure tener siempre una foto del recuerdo, una de esas en las que el niño se ve feliz a su lado, para que usted, en pleno llanto fervoroso le pregunte si no recuerda esos momentos de dicha o que si ya olvido la vieja canción de cuna -que debe ser séntida y con tono irlandés para que remueva el corazón del chamaco-, si falla algo de lo anterior, se debe recurrir a las cuentas claras y dejar claro quién sacrificó qué cosa por quién -o sea: yo te di, yo te hice y así me pagas, pero hay un dios...-.
Siempre tenga a la mano un libro de herbolaria, esto le ayudará a dar siempre una respuesta pronta y expedita a sus malestares con medicina tradicional, dándole un aire docto y de sabiduría que no tendrán las madres de otros niños que todo lo solucionan con el doctor -que aparte de desplumar el monedero, les magulla al escuincle sin pudor alguno, como si fuera pollo de mercado-.
Si no sabe, invente. Es muy simple, empeñe su palabra en que lo que usted dice es verdad y deje claro que en caso de oponerse o de saber otras verdades, no es un buen hijo, que no merece los cuidados y atenciones que se le brindan y que no volverá a plancharle la ropa que lleva a la universidad.
La comida es esencial para mantener a un hijo cerca, siempre dele el gusto de preparar los platillos que usted quiera que él se coma, haga de la hora del desayuno, la comida y la cena un momento especial, platicando anécdotas simples, recuérdele como se prendía a su pezón cuando era pequeño, de las primeras veces que le bañó en su tinita, de los viajes con los primos y las tías, de las noches que pasó en vela rezando porque la tesis le quedara bien.
Practique algún deporte con el pequeño, siempre considerando medidas de seguridad para ambos, la calle es peligrosa y los parques están llenos de bribones que ya no respetan a las damas con hijos. Haga del torneo de matatena o de canicas en su recámara un acontecimiento, prepare palomitas, refrescos, ordene un pizza y a él permítale tomar una cerveza y fumarse un cigarrillo al terminar -si gana, dele chance de chatear 15 minutos con algún amigo que usted prefiera-.
La seguridad de ambos es indispensable dentro de casa, no permita que cargue con un juego de llaves, puesto que los hijos son descuidados y pueden perderlas, así que cargue usted con la responsabilidad y recuérdele que debe estar temprano en casa, muéstrele la nota roja de los periódicos, deje encendida la televisión en el noticiero de la noche, cuéntele de las mujeres asesinadas en soledad a pocas cuadras de casa, pregunte si es en verdad necesario que salga a enfrentar un mundo lleno de lagartas indecentes y dele la bendición antes de salir con los ojos anegados en lágrimas de preocupación -espere al retoño en una silla incómoda rezando un rosario y con claras muestras de dolor pregunte, cuando llegue, si prefiere cenar o que le prepare una pancita-.
La dignidad es muy importante, por lo que debe mantener la frente en alto y no ceder ante nada, cuando llegue le momento de conocer a la novia -que si la consiguió, usted hizo algo mal-, no baje la mirada y dígale con los ojos a esa buscona que no le será nada fácil ganar el corazón de su cachito, dígale que esta por entrar al infierno y que la guerra sucia de los políticos no será nada comparada a lo que usted planea -recuerde que la dicha de ser madre está en riesgo, no ceda ni ceje en esfuerzos, este es el momento decisivo, el momento para el que nació, hágala polvo-.
Después de la guerra por el amor de un hijo, el triunfo debe ser modesto, cuando se derrote a una advenediza, debe quedar claro que con mamá no se puede, que mamá sabe -de saber que no de sabor- lo que es mejor para su hijo. Un viaje de compensación, cenas especiales y de ser posible permítale festejar su cumpleaños con algunos de los amigos que le sobreviven -seguro no son más de cuatro- y que aun son solteros. Deleite la velada con los álbumes de la infancia, mostrando los trofeos que guarda en las cajitas coloridas de cartón, así, entre algodones, podrá mostrar los ricitos de cabello, los dientes, el cordón umbilical, el prepucio reseco; desempolvar las viejas grabaciones de audio y video donde usted es motivo de homenaje en las escuelas donde el precioso muñequito de su eterno pastel le canta -cada año elige la misma y la canta con una extraña pasión en su mirada- esa enternecedora canción de Juan Gabriel: Amor Eterno.
Comentarios
Con razón eres tan buena madre.
Te aplaudo!