La Vida Moderna -defensores de la familia II-
De acuerdo al Departamento de Justicia de los Estados Unidos:
Perpetradores de abuso sexual
• Se estima que un 60% de los perpetradores de abuso sexual son personas conocidas de los niños, pero no son familiares, p. ej., amigos de la familia, niñeras, proveedores de cuidado de niños, vecinos.
• Aproximadamente, el 30% de los perpetradores de abuso sexual son miembros de la familia.
• Solo aproximadamente, el 10% de los perpetradores de abuso sexual son personas extrañas para el niño.
• No todos los autores de delitos sexuales son adultos. Se estima que el 23% de los casos denunciados de abuso sexual de menores son perpetrados por personas que tienen menos de 18 años de edad.
Es muy común -y con las situaciones actuales, cada vez más- pedir ayuda entre los miembros de las familias, ora para cuidar a los niños, ora para apoyar a los abuelos; a veces para ver por la tía solitaria, en los cambios de casa, para organizar fiestas sorpresa; hacerse cargo de las mascotas en vacaciones y regar las plantas. Los tíos, los hermanos, los cuñados, los abuelos, los primos mayores, suegros (no importa si son hombres o mujeres)... en fin, la familia nuclear parece ser el epítome de la gloria en la tierra. En muchos casos, no dudo que lo sea, aunque en otros la situación es más oscura y retorcida que estacionamiento subterráneo.
Nunca falta el negrito en el arroz (dicho esto sin afán de ofender el origen étnico de nadie) o la oveja neg... descarriada. Entonces podemos encontrar al tío borracho que hace el numerito de la fiestecita en todos lados; a la prima ligera que ya nadie, que quiera mantener sus relaciones sentimentales estables, invita ni a los velorios; al sobrino adicto que ya vendió hasta la puerta de su casa para conseguir un poco de algo; la abuela clasista/racista que cree que Don Porfirio aun maneja el país y a todos trata de pelados y corrientes, todos impresentables pero que no llegan ni a los talones de los otros, los que en el fondo son capaces de hacer lo indecible. Ahí, escondidos en el núcleo de la familia, reptan despacio, husmeando en los recovecos, oliendo miedos y detectando debilidades.
Pueden ser los seres mas encantadores o los más desagradables, depende de la cara con la que llegues a conocerlos. No es fácil reconocerlos, atacan lento, despacio; algunos atraen con juguetes, regalos, dinero, muestras de cariño y comprensión que nadie más ofrece, que logra que la víctima vaya gustosa al matadero; otros someten con una sutil violencia cotidiana que va dejando claro quien es el amo, accidentes que no lo son, errores que dañan la sensibilidad, palabras fuertes que nadie más escucha fracturando la credibilidad de la víctima con el resto de la familia, "Ay, cómo que no quieres ir con tu (tía, abuelo, primo, cuñada, sobrino) a su casa, ya deja de inventarle cosas, nadie te cree". Muchas veces los padres son los que, sin saberlo, ofrecen a sus hijos en sacrificio.
Fue un domingo, vivíamos en casa de mis abuelos maternos porque mis padres se habían dado un tiempo, una de las condiciones era que los chicos no se llevaran la tele porque no los querían todo el día pegados al aparato, lo que alentó la vagancia en uno y la introspección en el otro. Ese domingo en particular era especial, pasaban la estúpida película de Batman de Adam West que nunca había visto y, obvio, el único animal de la creación al que le interesaba ver esa peli era yo. Por lo que tuve que recurrir a X para que me diera chance de ir a su casa a verla, total, bastantes jaladas y malas ondas le aguantaba entre semana como para que se negara a un micro favor como ese, total, él y su esposa pasarían toda la tarde en casa de mis abuelos.
No habían pasado ni quince minutos de iniciada la película cuando él llegó a su casa, entró alegando un fuerte dolor de cabeza y sin preámbulo alguno se desnudó frente a mí dejándose en el cuello la cruz de sus creencias y dijo que se dormiría, creí entender el mensaje y me apresuré a apagar la tv para irme pero ya no me dejó. Les diré que, como un plus muy sádico, dejó la tv encendida, durante la maldita eternidad que duró el abuso, yo estaba viendo a Batman, uno de mis héroes que jamás me defendería mientras un Joker real me atacaba. Satisfecho me mandó a casa, después de tundirme y amenazarme, debía recordar que nadie me creería, que nadie confiaba en mí y que de abrir el hocico su palabra tendría más peso que la mía. Esa noche tembló en la Ciudad de México y yo, entonces creyente aun, sabía que dios me había abandonado, el sismo confirmó lo que supe desde el momento en que su pinche cruz había bailado en mi piel sin que la tierra se tragara al hijo de puta.
Pasaron dos décadas (y un psicoanálisis trunco) antes de que pudiera hablar con mi familia al respecto, fue más fácil el asumirme como gay que como sobreviviente de abuso frente a ellos, no fue fácil denunciarlo, vivir las repercuciones. No fue fácil verlo frente a frente, junto a mi padre y ver el cinismo con el que me dijo "creí que entendías que eso era un secreto y que no debías hablar de ello" para después salir corriendo de la casa considerándose ofendido.
A claras vistas es un hombre de bien, preocupado por su familia, católico, vive de rodillas frente a los altares, reza a diario, todo lo encomienda a dios, según el me ha perdonado por lo que le hice siendo yo un menor y él un adulto. Su matrimonio se salvó porque un sacerdote lo absolvió frente a su esposa de toda culpa, le dijo que el poder de la confesión era redentor (y entonces yo era una especie de demonio que había atentado contra la familia).
No es de extrañar a nadie que él esté a favor de la marcha por la familia, de que se respeten los valores católicos por encima de los civiles y las leyes. No, no es de extrañar que un hombre así y miles más, como él, estén dispuestos a llevar sus pecadillos frente a los cómplices que saben perfectamente lo que es tener niños para meterse con ellos.
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