La Vida Moderna -Ser o no ser... naco, clasista o intelectual-
clasismo
1. m. Actitud o tendencia de quien defiende las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo.
intelectual
Del lat. intellectuālis.
1. adj. Perteneciente o relativo al entendimiento.
2. adj. Espiritual, incorporal.
3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. Político intelectual. Apl. a pers., u. m. c. s.
No me queda claro que es peor, si ser naco o ser clasista o >gulp< ser intelectual... ¡O las tres! Lo sucedido estos últimos días en el país me ha dejado pensando y lo peor es que, pues, me cuesta un huevo quedarme los piensos y termino guacareándolos aquí.
A lo naco ya le dediqué una entrada entera y espero les haya quedado claro que, para mí, lo naco no es definido por la etnia, el poder adquisitivo o el nivel de educación. O sea, hay nacos en TODOS LOS ESTRATOS y de TODOS LOS COLORES. El problema es que algunos nacos no saben que lo son y otros se ufanan de serlo; los primeros siempre tienden a juzgan a los segundos y estos a defenderse buscando formas muy creativas de ofender el supuesto "buen gusto" de aquellos, haciendo un círculo vicioso que no terminará nunca ya que todos llevamos un naco dentro.
Algunos creen que la clase es algo con lo que se nace (estúpido concepto demodé), otros que es algo que se mama (¿de ahí será que algunos creen que ser mamón es tan chic?), aquellos que la clase la da el dinero (a últimas fechas, nos queda claro que el dinero sólo da prepotencia como lo demuestran, fehacientemente, los lores y las ladys que abundan en el país); ¡bueh! Resulta que hay dos clases de clase, la famosa clase que se refiere a la distinción o categoría y la clase que es un conjunto de personas con elementos comunes. La verdad es que, viendo como van las cosas, la primera clase de clase en México no aplica, no en el concepto que tienen algunos de sí mismos, de creerse distintos por tener más categoría que los demás (por ser descendientes directos de los primeros europeos en el país, por ser más pálidos, por tener mas dinero, por saber usar los cubiertos, por tener apellidos impronunciables, por hablar x cantidad de idiomas, por saber resolver raíces cuadradas, etc.). En realidad y así, en someras primeras vistas, sólo existe la segunda clase de clase, reverberación de un pasado prerrevolucionario y que gracias al partido de la revolución se está terminando (sólo van a quedar las clases jodida, jodida plus y jodida gold). Presumir de clase, actualmente, es como presumir las verrugas, la hemofilia o la diabetes:
"Ya se me desarrolló la diabetis, voy a morir igual que todos mis antepasados".
"¡Híjoles! Cuánta alcurnia...".
Hubo un tiempo en el que, efectivamente, la clase servía para algo muy importante, la posibilidad de poner a trabajar el seso en aulas universitarias, en esas lejanas épocas, llegar a estudiar requería mucho esfuerzo, mucha pasión y, sobre todo, mucho dinero. Evidentemente el semillero de genios parecía estar condicionado a la cuna (aumentándole clase a los de esa clase) y que el vulgo estaba condenado a ser pobre por falta de inteligencia (y de clase). Afortunadamente sabemos que la etnia no limita el saber, desafortunadamente la pobreza sí, ya que la mala alimentación (primero de los padres y luego de los niños) sí afecta el neurodesarrollo y también las pocas oportunidades de terminar una vida de estudio por falta de dinero, por falta de escuelas, por excesos del SNTE y de la CNTE y falta de huevos, no en la canasta básica, sino en las autoridades.
Ser un intelectual presume una vida de esfuerzo y dedicación al estudio y a la especialización de temas favoritos y apasionantes, intelectuales son los artistas, los científicos, los filósofos, los chefs, las costureras, los ingenieros, todos aquellos que resuelven el día a día con el uso de la mejor de las armas que tenemos los seres humanos, el intelecto; pero claro que no es tan simple, los intelectuales prefieren tener clase, una categoría aparte y entonces, los médicos les ladran a los artistas, los ingenieros a los filósofos y estos desdeñan a aquellos y aquellos a los otros porque, finalmente su área de expertise es la más importante de todas y sus opiniones, al respecto de todas las demás, las únicas que cuentan.
El naco se expresa y, para el clasista y el intelectual, lo hace a lo pendejo.
El clasista se expresa y, para los otros dos, lo hace a lo pendejo.
El intelectual se expresa y... sí, también a lo pendejo.
Y no es porque en realidad sean o no pendejos (que siempre hay un componente que nos hace dudar), sino que la postura a defender no permite la aceptación del discurso del otro, porque mina la categoría de los propios y si algo no se pueden permitir es ser menos que los demás. Enarbolamos la bandera de la libertad de expresión y nos sentimos obligados a exponer, sin tapujos lo que pensamos sin que nuestra opinión haya sido requerida por lo cual a veces resulta, un tanto cuanto, desagradable o fuera de lugar y cuando somos enfrentados a la opinión ajena lo menos que hacemos es ofendernos o iniciar una guerra. Lo cual puede llegar a poner en entredicho la supuesta intelectualidad de cada uno (y lo poco que podemos resistir los embates de la crítica). Las abuelas (en mi caso) o las bisabuelas (en el caso de muchos de ustedes), tenían una frase muy adecuada "que en alguien quepa la prudencia...", generalmente las santas mujeres la soltaban exaltadas frente a alguna álgida discusión familiar que amenazaba con terminar en golpes y que, generalmente no servía de nada, porque a las angustiadas mujeres, en medio de la exacerbación de los humores, no había quien las escuchara, las pobres tan parecidas a la voz de la consciencia.
Ser naco y/o clasista e/o intelectual no debería suponer mucho problema, porque el infierno es personal o por lo menos así nos gusta creer, tuvo que llegar Sartre a decirnos que, de muchas formas, el infierno son los otros, los que nos rodean y nos juzgan, mismos que se ven reflejados en nosotros que los juzgamos hasta el infinito y más allá.
Creo que empiezo a disfrutar el mundo como es, lleno de gente variopinta que lo mismo se indigna ante los comentarios de cualquiera, que se derrite frente a la imagen de un gatito, que comparte decretos universales, que no se libera de sus atavismos, que odia al presidente, que le sobra esperanza, que no soporta que nadie exprese nada, que no puede evitar odiar algo que no ha visto o leído, que se ha liberado de toda cadena y que se expresa sin filtros... En fin, toda esa bola de nacos, de clasistas engreídos o aquellos que se coronan de soberbia en su supuesta intelectualidad y los hace una deliciosa y abominable clase aparte, pero tan arraigada a lo común que no dejan de ser simples mortales.
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