El escape

Con un visible y doloroso esfuerzo comenzó a desprenderse del lienzo, respirando con dificultad y con muy pocas fuerzas logró arrojar el vidrio que la aprisionaba.

Atónita, la nutrida concurrencia, miró su gran proeza de fuerza y voluntad sin poder hacer nada ante la sorpresa.

Ella, apenada, sacó su antiguo zapato del plato de sopa de una mujer salpicada de grumos que gritaba histérica. A toda prisa sacudió su vaporoso vestido y corrió libre hacía la calle, dejando atrás su silueta desgarrada entre tela, óleo y madera.

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