La Vida Moderna -Políticamente Correcto-
"Políticamente correcto es un concepto utilizado para describir lenguaje, ideas, políticas o comportamientos con que se procura minimizar la posibilidad de ofensa hacia grupos étnicos, culturales o religiosos."
-Escarbado de algún sitio en la red-
Que yo sepa, entre mis antepasados no hubo poseedores de esclavos negros (a lo mejor prietitos americanos) pero, de ser cierto de dónde provengo, pueque que tenga sangre negra, europea mediterránea y, desde luego, de prietito americano. Descendiente de católicos, seguramente algún antepasado mató musulmanes o judíos, y si no, mínimo les han de haber pegado unas insultadas horribles (tan piadosos ellos -los católicos-) y no, no he podido encontrar rastros de asiáticos. No soy racista, soy homosexual, no soy misógino, no soy religioso (ni espiritual) y soy un patán en ciernes (aun no llego a ese punto de perfección digna de miedo); o sea, a mí eso de ser políticamente correcto me importa un bledo.
En una época pendeja en la cual el presentismo reina desbocado y permite editar la historia y hacer creer a la gente que, por poner a un negro, a un asiático o nativos americanos en papeles históricos imposibles en películas, obras de teatro y adaptaciones de libros, ya se está haciendo algo por los siglos de racismo y abuso (hacer negra a la Guera Rodríguez, japonés a Hitler o maya Lincoln no cambiaría la historia -aunque la película podría ser divertida-); esta época en la que las mujeres viven eternamente ofendidas por los abusos cometidos por siglos sin recordar que muchas mujeres, reales e históricas, lograron mucho más con menos panchos, simplemente enfrentando de pie el famoso mundo de los hombres (y parecen olvidar que, por siglos, una de las mayores promotoras de su papel y el machismo ha sido la propia mujer); época en la que los católicos se consideran mártires de una guerra en su contra por cada vez que se les recuerdan los abusos, el reinado de ignorancia y las matanzas en nombre de la fe (si claro, el padrecito de la esquina o la monjita no mataron musulmanes -que tienen lo suyo- ni quemaron judíos -que tienen lo suyo-, pero si no lo hacen ahora es porque ya hay menos poder por parte de la iglesia -afortunadamente-) y los homosexuales que viven autoflagelándose porque se utilizan palabras ofensivas para designarnos (prefiero los insultos que ser apedreados a muerte, ahorcados sin juicio o carcel de por vida por putos).
De acuerdo a la corrección política (¿correctitud o correctivez?) un simple discurso o palabras de agradecimiento debe ser algo que no excluya ni ofenda y dure, por los menos, tres horas en lo que se empieza:
"Mexicanas y mexicanos (las mujeres primero porque no hay nada que hable más de igualdad que las deferencias y las canonjías), damas y caballeros, mujeres y hombres de la tercera edad, adultas y adultos, jovencitas y jóvenes, niñas y niños, bebitas y bebés, de todo estrato social, cultural, etnia, preferencia sexual, Estado de la Republica, grado de escolaridad, lenguaje, dialecto, creencia religiosa, capacidad mental, adhesión política, preferencias nutricionales, pesos, grosores, densidades, afecciones mentales y físicas, ad infinitum".
No importa a cuantos grupos se incluya en el discurso político, social o religioso, eso no cambiará el pasado, que el papa le pida perdón a los judíos no vuelve a la vida a los millones asesinados durante los 16 siglos de piedad cristiana oficial; que una ley nos prohiba (y luego siempre no) decir puto, choto, puñal, cachagranizo, pulgón y otras monadas, no hace menos jotos a los maricas ni más amables a los pinches homófobos; por más leyes de igualdad que se propongan (de género y otras cosas tan en boga) no lograrán borrar las cicatrices de los ya raspados, eso debe entenderse. Es necesario sin duda, urgente diría yo, pero para salvar al futuro, para evitar que esos errores se repitan, se prolonguen o, simplemente se mantengan.
Hay dos cosas que mueven al ser humano y a sus estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas, el odio que, dicen, destruye y el amor que, asegún, construye, que no tienen fin ni principio ni línea que los separe; inconfundibles pero inseparables. Actualmente este súbito amor por lo correcto y odio a lo incorrecto está generando odios más profundos y menos amores, pues lo obligatorio jamás es aceptado al cien por ciento. No hay nada más falso que el juramento de respeto obligado por una ley que propone castigo.
En México el racismo siempre ha estado presente, los aztecas despreciaban a otros pueblos y viceversa (¿será que el racismo entre prietos, entre negros, entre amarillos, entre rojos y entre blancos es menos racismo?), con la llegada de los españoles la cosa se emparejó y el rollo se volvió de blancos contra morenos (y estos se siguieron segregando de acuerdo a sus lugares de origen), honestamente fueron pocos los negros traidos a México (o sea, cómo pa'qué si aquí había bastante mano de obra...) y con la enseñanza española del placer culpable fue un todos contra todos muy sabroso que hizo de la sociedad mexicana una cazuela muy curiosa. En México prieto se volvió un insulto y negro un cariño, tener un pariente prieto es vergonzoso, pero decirle negra a la novia o negro al novio una muestra de cariño (excepto si son negros de verdad, que nunca se les menciona el punto). Desafortunadamente, la corrección política ya nos alcanzó y negro ya no es una palabra correcta, gracias a la compañia de Servitje hemos podido salir de nuestro craso error, en México ya no existen los negritos, la revolución hizo justicia por fin. Ahora, muy correctos, podemos ir a las tiendas y pedir un Nito, pastelito representado por un niño caucásico, de afro castaño (¿no es más racista quitarle la chamba al pobre negrito para favorecer a un blanco guanabí?) y skato. Supongo que lo que sigue es demandar a Joaquín Pardavé (el muy racista escribió la canción Negra consentida, no importa que desborde su amor por ella, le dice negra y no afroamericana... el muy patán), a Cri-crí (ejemplo diabólico de maldad sin fin, escribió TRES canciones racistas, la negrita Cucurumbé en la que la pobre afroamericanita se va al mar a sentirse a disgusto consigo misma por ser de tono de piel oscuro y queda claro que sólo el blanco es un buen color, no es de dudarse que la pobre se arroje al mar para morir después de terminada la canción; el negrito sandía, moreno y grosero, absoluto cliché de los afroamericanos y, finalmente, el negrito bailarín, epítome de maldad y regodeo crápula en el racismo absoluto del compositor que confieza haber comprado al afroamericano y que, ufano, le ordena que baile) y a las Tres Conchitas (estas últimas por contubernio y asociación ilícita en la negrita Cucurumbé, ni que hubieran sido rubias de Dinamarca).
Esto es solo la puntita, poco a poco nos irán introduciendo más conceptos obligatorios, que nos harán corto circuito con la realidad que nos rodea y que nos dejen tremendo boquete en lo cultural y social, pues, muchos de éstos no existen en nuestros catálogos de culpas históricas o sociales, pero para que seamos correctos y aceptados alrededor del mundo tendremos que hacer como que sí.
Gracias a lo políticamente correcto, poco a poco tendremos que ir dejando de decirle mamadas a las acciones mal intencionadas; pendejos a los discapacitados cognitivos; putas a las ayudas desahogadoras de tensión sexual por módico costo; jotos a los hombres que prefieren actividad sexual con otros hombres que pueden, o no, ser afeminados, trasvestidos, osos, rudos, delicados, chichifos, sadomasocas o de gustos alternativos; madres a las chingaderitas; jodidos a los pobres; niñas bien a las discapacitadas cognitivas con suerte; colita al culo; pajarito al pene y huevos a los blanquillos.
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