La Vida Moderna -del gusto-

gusto
Del lat. gustus.
1. m. Sentido corporal con el que se perciben sustancias químicas disueltas, como las de los alimentos.
2. m. Sabor que tienen las cosas.
3. m. Placer o deleite que se experimenta con algún motivo, o se recibe de cualquier cosa.
4. m. Propia voluntad, determinación o arbitrio.
5. m. Facultad de sentir o apreciar lo bello o lo feo. Diego tiene buen gusto.
6. m. Buen gusto (‖ facultad de sentir). Vicente tiene gusto, o es hombre de gusto.
7. m. Cualidad, forma o manera que hace bello o feo algo. Obra, traje de buen gusto. Adorno de mal gusto.
8. m. Buen gusto (‖ cualidad). Traje de gusto.
9. m. Manera de sentirse o ejecutarse la obra artística o literaria en país o tiempo determinado. El gusto griego, francés. El gusto moderno, antiguo.
10. m. Manera de apreciar las cosas cada persona. Los hombres tienen gustos diferentes.
11. m. Capricho, antojo, diversión.
12. m. Afición o inclinación por algo.

No me gustan los productos marinos.

Nada, así, simple y llano, pescados, moluscos, mariscos y demás sabrosuras que la gente normal disfruta con singular alegría.

El hecho de que exista algo tan común que no sea de mi agrado me hace blanco continuo de preguntas y aseveraciones que van desde un “¿ya los has probado?” (no, he pasado 48 años escondido en una cueva en medio del desierto) hasta “¡seguro no te los preparaban bien!” (he esperado toda mi vida a que llegues con tus recetas y me hagas el milagro) Obvio, no están ustedes para saberlo, pero cada cosita que ha salido del mar la he probado, en una cantidad de versiones que no se pueden contabilizar, malas, buenas o mejores, en la playa, recien pescadas, congeladas, en mercados, restaurantes especializados, con todo el amor de padre o madre, de amigos, de pareja... No importa; el resultado siempre ha sido el mismo: vómito.

Aclaro, no me gustan, pero eso no significa que les tenga miedo o que los odie. Pude llegar a hartarme de la gente que me exigía que los comiera, pude cansarme de la continua perorata de todas las bondades nutricionales que continen, en fin, la única forma que disfruto a los seres marinos es en el mar, en un acuario o en un tanque en casa, ver sus diseños y sus burbujeos y movimientos sinuosos, casi sensuales.Debo admitir que me encantan, vivos.

No ha habido ser humano que consiga hacer me disfrutar de la cocina marina, ¿saben por qué? Porque nadie, en lo absoluto me puede obligar a que algo me guste. Pueden obligarme a probarlo -y no es porque tengan derecho, sino por imposición, por ejercicio de un poder otorgado por mí- pero eso no significa que podrán dominar mi gusto. Desde luego que respeto absolutamente a quienes los pescan , los preparan y a quienes los comen, ¿por qué habría yo de temerles u odiarlos? A mí me queda clara una cosa, el diferente soy yo. Supongo que no soy el único, habrá muchos como yo y otros, aquellos que los amen pero se intoxiquen, eso debe ser mucho peor.

Sin embargo, hay algo que me encanta y es comer galletas Ritz con jugo de uva. Si, ya puedo imaginar sus caras de asco y, de verdad, lo siento mucho pero no me importa; les molesta, no me vean. Ah! Tambien amo con locura pasional los tacos dorados de pollo, pero solos, recién sacados del refrigerador, así sin lechuga, sin crema, tal vez salsa, pero los devoro fríos. Un manjar para mí. Puedo imaginar que se quedaron ateridos del shock, pero eso no creo que les pueda hacer temerme u odiarme. O sí?

Supongo que habrá gente que me permita comer con ellos y hagan burla cuando me vean sacar mis tacos dorados del refri y me los empaque como troglodita o se volteen para otro lado cuando empiece a ver tv con mi paquete de galletas y mi jugo de uva; nunca les obligaría a probar lo que a mí me gusta; ofrecerles, sí, pero nada más. El gusto es complicado, hay quienes no comen pechuga de pavo a menos que no sea de X marca o con determinado pan; el gusto nos complica la existencia, el bolsillo y la convivencia. Sin embargo, nunca me niego la oportunidad de poder comer con gente que come cosas que no me gustan, la reciprocidad siempre es bienvenida.

Gustar es un verbo que comienza a quedar en desuso, ahora es más práctico decir “odio”. Los niños y adolescentes odian con facilidad, porque son emoción sin rienda, no es difícil escuchar a niños pelear y gritarse “te odio” para verlos jugar juntos más tarde y diciendo que son los mejores amigos; los adolescentes odian ciertas clases, a ciertas personas y muchas otras cosas, música, deportes, parientes, películas, etc., es algo muy natural, claro, hasta que aparece el amor de sus vidas y aprenden a amar muchas de las cosas que odiaban sólo porque su amor las disfruta. Así se aprende a darle un poco de significado a ciertas palabras y, por lo menos en épocas antiguas -cosa de 10, 20 años-, ayudaba a un proceso de madurez en la que el joven adulto aprendía a conocer y reconocer dentro de sí un universo de gustos y placeres que no sabía que existían, también le permitía empezar a convivir con las cosas y personas que no le gustaban y guardar el odio para cosas mucho más relevantes.

Los adolecentes en plenitud (30-40 años), salen del cine y “odian” la película, salen del café y “odian” ir a ese lugar, “odian” su trabajo, el tráfico, su sueldo, su estúpido celular y su vida en general. Es muy raro encontrar un adolescente en plenitud que disfrute algo. Es curioso, como en este mundo en el que se habla de tolerancia, respeto e igualdad, una de las palabras más usada sea “odio” y que sus promotores sean los mismos luchadores que buscan hacer del mundo un lugar mejor... sin odios. Sin embargo, en un día como hoy, 17 de mayo, el odio se vuelve más malo, más despreciable y mucho muy confuso.

Si bien la homofobia, por raíz y origen, tendría que referirse más al miedo irracional a la homosexualidad, se entiende o se vende como ”el odio a los homosexuales”, cosas distintas pero es común que la gente crea que odio y miedo es lo mismo. En estas fechas se habla de la “homofobia interiorizada” que, desafortunadamente, confunde el gusto personal con el famoso discurso de odio -recuerden que aquí el odio no es cool, es lo que debe ser- heteronormado, patriarcal y falócrata que nos exige no aceptar ciertas posturas de la comunidad. Entonces lejos de fomentar el respeto, la tolerancia y aceptación en un ambiente diverso, coarta, circunscribe al ghetto. Decir que no te gustan las personas homosexuales con determinadas características (hombres femeninos o mujeres muy masculinas) te hacen aparecer como el mismísmo demonio, de inmediato la Corte Celestial de la comunidad LGTBTTTTQXYZ baja de su nicho y te señala con su dedo flamígero y te acusa de ser homofóbico interiorizado por externar tu gusto (con el mismo dedo que permanece impasible cuando se desprecia a los muy flacos, a los muy gordos, a los muy calvos, a los muy peludos, a los muy lampiños... a los muy algo), al parecer estamos obligados a tener que domar el gusto y disfrutar de lo que no nos gusta; pero no, finalmente es un craso error pensar que uno no puede decidir con quién se va a la cama. Es, exactamente el mismo ejercicio que hacemos con la comida, la ropa, la música, el chingao color de la pared, etc. y nadie puede obligarnos a cambiar nuestro gusto sólo por el placer de complacer a los demás. No es esa la lucha de todos, el ser aceptados tal como somos? Aceptado, no amado, no querido, respetado, tolerado... y quién sabe, a lo mejor un día convences a alguien y le empiezas a gustar tal como eres (aunque comas sardinas con miel).

Siempre he pensado que es mejor un rechazo abierto que una aceptación a medias; el odio no va a desaparecer de la faz de la Tierra hasta que el último humano expire, no debemos acostumbrarnos a el, pero debemos saber reconocerlo, señalarlo y tener la capacidad de retomarlo, cambiarlo por algo mucho más positivo y creativo. Nos enardece este día, nos llena de orgullo y esperanza, pero nos agredimos por nimiedades y discutimos por conceptos malentendidos. Exigimos un respeto que no sé si seremos capaces de darlo recíprocamente el día que, como mayoría que seremos, nos pidan que luchemos contra la heterofobia.

Comentarios

Jorge Rubio dijo…
Hermoso Víctor, siempre es un placer leer tus reflexiones. Yo creo que justamente el señalamiento que haces sobre la barrera del gusto y lo que consideramos homofobia internalizada, es un terreno que de pronto a algunos les parece el mismo... y tienes razón: no lo es. Creo también que la confusión se da en ambos sentidos de los terrenos, a veces disfrazamos nuestro odio, o temor, de disgusto, y con ello justificamos nuestros actos violentos y de menoscabo hacia otras personas. Creo que cuestionarnos continuamente (sin vivir en la auto-paranoia) es indispensable, pero vivir felices sabiendo que nos gusta y que no es parte de esos cuestionamientos que nos ayudan a encontrarnos un mejor lugar en el mundo.
te adoro cabron!
Jorge Rubio.
Capitan Frio dijo…
Es que nunca será lo mismo que algo no te guste a que lo odies. El odio es un arma de destrucción y como tal afecta al la víctima y al verdugo. Aceptar que existen cosas que no te gustan es, a veces, más importante que reconocer tus gustos ya que te permiten crecer y madurar. Ser mártir y soportar lo que no te cuadra no hace nada por ti y tal vez genere rencor y más adelante odio. Ser felices es la meta, pero felices en la totalidad de no guardarte nada y eso nos libera de muchas ataduras y nos permite ser más tolerantes.
Te quiero un chingo Jorge!

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