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Mostrando las entradas de 2013

La Vida Moderna -Niñas bien... -

Una anciana llegó al cielo frente a san Pedro. S. Pedro: Hola, estás aquí por niña-niña o por niña-vieja? Anciana: Por niña-vieja... S. Pedro: Pos al infierno por pendeja! Lo admito, vivo indignado desde el primer anuncio que vi de la crema para infecciones vaginales Lomecan. Oh sí, sé que no soy target, así que, realmente es una de esas indignaciones de rebote. Por qué me indigné dirán... Es simple, el juicio moral del estúpido anuncio. Eres mujer, tienes vagina, eres susceptible a infecciones, cierto? OK. Punto, la pinche cremita te las cura. Chido. Todos felices. NOOOOOOOO! Algún publicista con un severo retraso moral ( onda Inglaterra Victoriana ), toma la premisa y la transforma en un juicio moralino, anacrónico y, francamente innecesario para los estándares actuales, creando un lugar de fantasía muy parecido al mágico mundo de Disney Channel ( primer productor mundial de niñas súper bien, onda Lindsay Lohan, Milley Cyrus, Demi Lovato y Hillary

La Vida Moderna -¡Felices Compras!-

Por el amor a un dios, la humanidad entera se ilumina, se desangra de ternura y se dispone a regalar, aunque sea afecto en este día tan especial, ten diferente a todos, el día de navidad. La costumbre de regalar en navidad no es cristiana y nada tiene que ver con ofrendas de borreguitos de los desprendidos -y muy pobres- pastores judíos de las cercanías de Bethlehem el día que no nació Jesús (el Jesús actual nació unos quinientos años después de que el original murió). La hermosa y muy saludable -económicamente hablando para los negocios- costumbre de dar regalos está estrechamente ligada con las Saturnales Romanas. Al parecer, era una fiesta de lo más divertida, relacionada con el dios Saturno (obvio), las cosechas, el solsticio de invierno y el tiempo extra... Sep! Los esclavos ya no tenían que deslomarse tanto por unos días y podían distraerse y olvidar sus penas con tiempo de relax, regalos de parte de sus dueños (nada de plumas de la corporación y agendas con el nombre grabado

La Vida Moderna -Después de la fe-

La navidad en Oaxaca era mágica. Se los juro. Más allá de que la ciudad es mágica por sí misma, siempre existió un aire místico que la rodeaba; las mañanas invernales tan claras y límpidas, el frío, el cielo estrellado (como ninguno), las tradiciones únicas del lugar y, sobre todo, que yo era niño -así cualquier cosa es mágica, qué no?-. La tradición en casa dictaba adornar con árbol y nacimiento, cenar el 24 y poner al niño en el pesebre, salir a un paseo nocturno (con papá o mamá. pero nunca los dos juntos) en busca de Santa y regresar a casa a encontrar el árbol con regalos; cenar el 31, brindar y abrazarnos y hacer escándalo (ah, ese tiempo cuando los niños podíamos usar cohetes sin supervisión y sin límite); el día seis de enero nos levantábamos sin necesidad de ser despertados y nos encontrábamos con regalos en los zapatos y agradecíamos a los Reyes. Todo esto era aderezado con continuos viajes a la iglesia de Santo Domingo, a escuchar sermones y repetir con solemnidad la sab

La Vida Moderna -Creo que no soy gay-

Me siento obligado a confesarlo: creo que no soy gay. No me gustan los antros gay, no me he parado en uno en años y no los extraño. No tengo perfil en ninguna página de ligues gay y no tengo la menor intención de tener uno. No veo cine gay como si fuera manda (o necesariamente bueno). No me identifico con sus íconos. No siento la menor atracción por lo fashion. No me interesa la vida de las actrices, de las vedettes o de las cantantes pop (aunque confieso ser fan de algunas).  No admiro mujeres de cara operada y vida escandalosa. No deseo cuerpos andróginos de piel depilada, de bronceo falso y rostro de coolness fingidos. No me gusta el ghetto, no me gustan los corrales para gays ni que se confunda eso con libertad. No soy refinado, no sé poner una mesa, ni utilizar palabras francesas para aderezar frases. No me gusta la severa mirada de desinterés cuando por dentro las emociones hacen corto circuito. No me gusta la falsa superioridad, los egos inflados por músc

La Vida Moderna -El monstruo de la sonrisa-

Ya son varios años de lo mismo, entras al vagón y me miras; primero a los ojos y luego bajas lento a mi entrepierna, rebotas a los ojos y vuelves a bajar, como un yo-yo perverso. No importa la hora, el número de vagón, nunca varías la jugada. Yo te he visto de mil formas, delgado, gordito; de cabello corto, largo, decolorado, rapado; formal, fachoso; fajando con desconocidos, con tu pareja, solo; triste, excitado, feliz, enojado, absorto. Me intrigas. He visto tus manos: fuertes y masculinas. Tu frente que se marca cuando gesticulas. Tu perfecta nariz (ota). Los enormes ojos que dan vida a tu rostro y esos labios carnosos (a veces ocultos por esas barbas raras que cultivas) pero inexpresivos que me han hecho redimensionarte. Me imagino que, para ti, no tengo rostro, ni manos, ni pies... Solo un fragmento de cuerpo de mis ojos a la entrepierna y de vuelta. Te vi llorar una vez, era tarde y entraste al vagón, empapado (la lluvia hace maravillas con tu imagen), con una derrota a cue

La Vida Moderna -Una de palabras (incompleta)-

>suspiro< El problema que genera el que las palabras se vuelvan vox pópuli es que pierden su significado y se diluyen como agua en el mal hablar de los pueblos. Psicosis, neurosis, histeria, obsesión y perversión se manosean más que tubos de transporte público y cualquier idiota le grita a otro "¡neurótico!" y le lanza esa mirada de triunfo al creer que lo ha vencido y el otro, idiota también, cree que ha sido ofendido y se queda con mirada perpleja y duda de sus capacidades mentales. El que te digan neurótico es de agradecerse, puesto que reconoce tu calidad de humano funcional. Así que, si quieren ofender, utilicen las majaderías acostumbradas y hermosas que tiene nuestro lenguaje, pendejo, pinche, cabrón, jodido, puto (ah no, creo que esa ya no se puede usar por herir susceptibilidades más allá del arroz con popote y el cachar granizo sin lluvia), etc. Otro de los errores comunes y que, gracias a Ben Affleck, es tópico de moda, es llamar psicópata a Batman. Y n

La Vida Moderna -Sueños movidos-

Es una cena familiar, escena no tan cómoda, no tan desangelada, todos estamos presentes, mi padre está vivo - cosa que no me impacta, tiene la costumbre de aparecer en todo momento en las reuniones -, la actitud de todos es para considerarse, fraternos, mucho más que en la vida real. La cena es larga, críptica y, de forma abrupta, me encuentro caminando por los largos corredores externos, la noche cae lenta y para variar, se que debo escapar una vez más. Subo las amplias escaleras al torreón-terraza o balcón ( es un poco de todo y a la vez no es nada ) con sus esbeltas columnas que soportan los arcos de cantera tallada y enmarcan el cielo azul/violeta/rosáceo imposible de definir en ese punto crepuscular tan notorio, tan onírico. Pocas estrellas se dejan ver entre las coloridas nubes, abajo sopla una brisa tropical, cálida y húmeda. Frente a este lugar se extiende el bosque, oscuro por la poca luz, es largo como el horizonte y sirve de base para los elegantes y modernos edificios que -

La Vida Moderna - El romance fugaz -

Las miradas se cruzaron, los ojos giraron en direcciones contrarias; uno busco a dios en el techo, otro al diablo entre las vías. Los de mirar no pudieron permanecer ajenos al atractivo del otro, volvieron a buscarse, se rechazaron como imanes con la misma polaridad; ambos perdieron la vista en un horizonte imaginario, uno buscó un algo que no halló entre las cabezas distantes y el otro tampoco tuvo suerte entre los mosaicos y los anuncios espectaculares. Resignados con las mutuas presencias abordaron el tren. Tal vez fueron las manos las que perdieron la compostura. Nadie atina a decir quién comenzó, si la derecha de uno o la izquierda del otro, pero se buscaron, retaron, tocaron, desearon (un repentino frenón las detuvo, las volvió tímidas y a sus respectivos espacios). Empezar de cero, buscar, tocar, retar, desear, ¡encontrar! Los labios entraron en acción con una mustia sonrisa, respondida con otra más mustia aun. Volvieron a mirarse como si los rostros enteros fueran una

La Vida Moderna -El lánguido viajero-

Es sábado, el vagón viene moderadamente lleno, el calor es insoportable -obvio, cada pasajero al subir cierra una ventana o, por lo menos, lo intenta-, el sopor del caldeado ambiente marea, cansa, adormece. 
Después de malas experiencias en el transporte público -cuando era niño fui víctima de robos y asaltos-,  me he acostumbrado a mirar a las personas, primero por desconfianza y, poco a poco, por el placer de poder inventarles historias. Así, con la ancianita de ojos tristes me revuelco en el dolor de una existencia solitaria; con el viejo malumorado me encabrono por pensar en su cotidiana fetidez; la joven pareja me hace sentir nostalgia por otros tiempos; la madre angustiada por sus hijos me transporta a la reallidad de esta ciudad y lentamente cada uno de mis compañeros de viaje se vuelve un confidente, un conocido añejo y complejo, lleno de matices, luz y obscuridad. 
Entre todos los que me acompañan, esta vez, destacan un hombre bigotón de mirada hosca, una chavita que

La Vida Moderna - Nacos -

naco 1 . (Del gall. port. anaco, pedazo). 1.   m.   Am.  Andullo de tabaco. 2.   m.   Col.  Puré de patata. 3.   m.   coloq.   Ur. susto  ( ‖  impresión repentina). 4.   m.   coloq.   Ur.  Excremento sólido, especialmente el humano. naco 2 , ca . (Quizá de totonaco). 1.   adj.   Méx. indio  ( ‖  indígena).  U. t. c. s. nacas. 1.   interj.   coloq.   El Salv. nada  ( ‖  ninguna cosa). Puedo aceptar de mil amores la acepción 4.-  Excremento sólido, especialmente el humano , porque es eso lo que veo cotidianamente en las calles de esta ciudad que, lejos de ser cosmopolita, se luce siendo " cosmocolita " y lo demuestra con sus desechos caminantes. Debo expresar mi sentir respecto a esa acepción de " indio " que, considero, es la más barata, racista y nada atinada que se le puede ocurrir a una persona. Es evidente que lo naco no viene de etnia; no viene de genética; no lo quita el dinero (en una gran mayoría de casos lo a

Eternidad peregrina

Desde Aztlán desplazados por designios divinos de grandeza y fortuna, obligados a buscar un mejor lugar; sin brújula, persiguiendo la promesa del dios, ese ser superior que a ciegas manda a un éxodo no bíblico -por lo menos para lo que ahora debemos, o creemos que debemos, considerar bíblico (una de tantas palabras secuestradas por una ecclesia abusiva)- que, seguramente, llenó de llagas el cuerpo, el corazón y la mente de un pueblo sumergido en la devoción; siempre dispuesto a demostrar la disposición a la obediencia a los seres superiores. Con tan ciega obediencia no fue de extrañar que al ver llegar a otros seres diferentes -ergo superiores (según lo que nos han machacado por años en las escuelas), por lo menos en cuestiones de amor propio, ellos no confundieron a un solo paisano con ningún dios, planta o pesadilla-  a los que, en chinga, les ofrecieron toda su disposición y estos nada tarugos hicieron uso por la razón, la fuerza y la ambición absoluta. Trescientos años despu

La Vida Moderna -Los niños grandes-

La ciudad está llena de niños grandes que caminamos buscando, saltando de deseo en deseo, de objeto en objeto. Los niños grandes somos hombres, mujeres, humanos, somos abandonados y abandonamos, reímos y lloramos. Los niños grandes no queremos ser felices porque la felicidad cuesta, sabe a azúcar y sabe a sal, es pegajosa y colorida. Los niños grandes preferimos perdernos entre lo electrónico y lo efímero, entre volutas de humo y polvos mágicos. Los niños grandes no queremos padres ni madres, no queremos lazos, cadenas, eternidades que obliguen. Los niños grandes lloramos nuestra orfandad y buscamos sustitutos desechables, buscamos amor, buscamos pleito, buscamos huir. Los niños grandes buscamos la soledad y el hastío en las multitudes, para encontrar tristeza en la compañía de testigos abúlicos. Los niños grandes nos tiramos al exceso del olvido y devoramos las horas perdidas, soñamos pesadillas de amor y despertamos abrazados a la angustia. Los niños grandes jugam

La Vida Moderna - Incertidumbre-

"En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira" Ramón de Campoamor Hoy se le avisa al mundo que el papa renuncia, noticia preocupante para las personas de esa fe. Quisiera decir que a mí me afecta igual que si hubiera renunciado  el manager de la Banda Recodo,  el director técnico del Cruz Azul o el del Tec. de Monterrey. Dije quisiera porque, emocionalmente, no tiene ningún significado para mí el señor en cuestión o su puesto. Pero seamos honestos, los millones de feligreses, que lo siguen como siguen fans a Madonna o Lady Gaga, están esperando sus órdenes para adecuar su conducta familiar, moral y social de acuerdo a lo que él dicte. Claro, las órdenes de un papa rara vez ponen a bailar, cantar y pedir respeto por TODOS los derechos de TODOS los seres humanos. De ahí mi "quisiera". Seguramente la feligresía católica esperaba tener un papa que les durara, mínimo, unos quince años antes de que una muer

-Picahielos- El amor ahora

Las manos que antes flotaban unidas en la calidez de sus emociones dieron rienda suelta a la frialdad y su tacto se volvió un carámbano listo para herir. La cornucopia de sonrisas, besos y mimosos nombres absurdos se tornó una frugal línea que apenas se distinguía frente a la necesidad de expresar reclamos, mentiras y reproches. Los latidos sincronizados, cómplices de locuras, placeres y secretos se desbocaron por colinas diferentes y escarpadas, llevándose las exhalaciones, los suspiros y jadeos, dejando sólo la asfixia. La humedad dejó paso a una sequedad áspera y dolorosa que no evocaba deseo ni pasión alguna. Juntos miraron satisfechos las ruinas de lo que no construyeron. Se engañaron con una mueca simple, se disculparon por no ser lo que en realidad llevan por dentro, ufanos en la capacidad de mentirse a sí mismos se alejaron confiando en su desconfianza, con las manos llenas de la simiente que no dejará que nada crezca y adorando el miedo que los separa. Hubo amor en s

La Vida Moderna -La Libertad-

Eso me desperté pensando... ¿Qué onda con la libertad? Mucho blah-blah, mucho escrito sobre ella, millones de cerebros que le han dado mil vueltas argumentando tantas cosas, inútiles, absurdas y, sobretodo, falsas. ¡Oh sí! Me descubro un no creyente de la libertad o por lo menos de ese concepto tan sobado. No somos libres. Lo intentamos, la inventamos, la adoramos y no la tenemos. Nuestra propia naturaleza nos impide ser libres, necesitamos limitaciones, nuestra mente es peligrosa y nuestras acciones más. Más tardamos en inventar un arma que utilizarla para descabezar paisanos. Tan pronto nos hicimos poseedores surgió la idea de arrebatar. No hace falta ir muy lejos para descubrir que hasta el amor está siempre en riesgo. Sin leyes que limiten, sólo hay caos. Claro que podríamos alegar que la libertad está ahí, a pesar de las limitaciones y nos quedamos tranquilos sabiendo que mi libertad termina en donde empieza la de los demás y viceversa. Así el mundo es feliz y todo

En el sueño...

El traqueteo del tren no cesaba mientras su prolongada sombra, proyectada sobre el seco pastizal, se extendía negra y rompía el reflejo de la luz moribunda de la tarde. Viejas bodegas de descarga, abandonados monumentos a la ambición del hombre, desgarraban la monotonía del paisaje de cuando en cuando. Solitarios perros deambulaban hambrientos, sin ritmo, sin rumbo. El brillo en tus ojos destellaba travieso y se confundía con el sol. Mientras el vaivén suave del vagón adormecía mis sentidos, el fresco de la temprana noche y el viento salado anunció la llegada del mar, a lo lejos, se escuchaba su calmada furia. Los lejanos brillos de los últimos besos de sol sobre el agua parecían bailar al ritmo acompasado del andar del tren. Distantes sonaban los agudos gritos de las gaviotas listas para buscar refugio entre los riscos. Tus ojos atrapaban la penetrante luz del sol que desaparecía y tu sonrisa se tornaba más cálida. Sobre el puente vimos a la luna tomar el control de la noche c

Mi estrella...

¿Para qué mirarla? ¿Para qué pedirle un deseo? Mi deseo es ella. Quiero estirar mi mano y tocarla suavemente. Que mis dedos recorran su totalidad. Apartar con mis manos nerviosas la oscuridad que la rodea y besarla sin recato. Acercarme lo suficiente para encontrar en ella al cielo y la promesa del infierno que nunca va a llegar. El paraíso está dentro de su ser. El placer en su calidez que arde perenne y suavemente. No hay mejor forma de ser vencido que entre los rayos de su abrazo que aferra y consume. Me arranca, me arrebata, me ciega.  Le pertenezco, sin duda. Tu fuego arderá dentro de tu eternidad, pero tu luz no me iluminará por siempre. ¿Para qué mirarla? ¿Para qué pedirle un deseo? Mi deseo es ella, soy suyo y del Universo que la contiene.

La ausencia de dios

De niño llegué a creer en dios. Pensé que era ese viejo de barba y  batón   fodongo , siempre molesto y con cara de pocos amigos. Nunca entendí la necesidad de partirlo en tres, de que su hijo -él mismo- se encarnara y se muriera y que el espíritu santo -él mismo- le hiciera de recadero. Peor aun era tratar de entender su voluntad, sus "maneras misteriosas", si él ya dijo "va", ¿de qué sirve rezar y pedirle? ¿Por qué caer de hinojos y suplicar? Que diferente era ver a esos dioses griegos y romanos, tan llenos de vida y erotismo; de deseos y fallas; lujuria y sufrimiento; soberbios y hermosos, la oración  servía para hacerles cambiar de opinión, era comprarlos, eran tan humanos. Mi pequeña -pero retorcida- mente no alcanzaba a entender la duda propia, ¿por qué  Jerusalem ?, tan  polvosa , ocupada, gente sufridora y lastimada. ¿Por qué ahí, en ese pueblo tan sin  glamour , estaba el verdadero dios? ¿Por qué eran falsos los dioses de pue