La Vida Moderna -Madurez o una tendencia cursi-

madurez
1. f. Condición o estado de maduro.
2. f. Período de la vida en que se ha alcanzado la plenitud vital y aún no se ha llegado a la vejez.
3. f. Buen juicio o prudencia, sensatez.


Resulta que por muchos años la ilusión de los humanos (más bien, de sus papás d'ellos) era alcanzar la madurez. Había una orden que se escuchaba en toda discusión y era algo del tono "¡Ya madura!" o la pregunta "¿Cuándo vas a madurar?" siempre seguido de un largo "crees que toda la vida vas a ser igual, sin responsabilidades ni obligaciones" (o algo así).

Desde luego que la madurez es una cosa elusiva que muchos confunden con seriedad, amargura, soledad, matrimonio, paternidad/maternidad, doctorado y un hato de mamadas por el estilo que no son señal de madurez, aunque forman parte del desarrollo de personas maduras (y sería extraordinario que se eligieran algunas de ellas ya que se halla uno, por lo menos, a medio camino de la madurez).

Una de las primeras vías de escape que aprendemos los seres humanos es el mentir para evitar las consecuencias de nuestros desacatos; mentir es simple (o eso parece), uno niega algo determinado y no sucede nada, pero con el paso del tiempo las mentiras deben ser mucho más elaboradas y cubrir situaciones más perniciosas, sin contar que una mentira debe generar muchas más para comenzar a extender una red que debe cubrir a lo que cubre, oscuridad sobre oscuridad. Entre más complicada sea la situación más riesgo se corre de evidenciar la verdad por accidente (la gran falla del mentiroso es creer que lo controla todo). Una persona mentirosa jamás se acercará a la madurez, por que la evita a toda costa.

La adolescencia provoca en el ser humano la necesidad de probarse, de conocer los alcances, la fuerza, la capacidad para salirse con la suya, o sea, la famosa rebeldía. Drogas, sexo y rock and roll, decían algunas generaciones anteriores y seguramente en siglos anteriores la frase era mucho más corta. Cualquier cosa que se le prohiba al adolescente reaccionará sin medir las consecuencias y se lanzará sin paracaídas al vacío. Es difícil, pero no imposible, encontrar la madurez antes de dos o tres descalabros, fracturas o noches en el fresco bote (obviamente culpando a todo mundo menos a su pendejismo normal y esperado) y de aprender que, al momento de tomar una decisión, hay pensar qué puede pasar después.

Durante siglos la humanidad buscó la forma de acelerar el paso de niño a hombre/niña a mujer (o un ideal de madurez) con complicados ritos. Algunos de índole sexual, otros de habilidad, de fuerza, de resistencia que poco o nada hacían por ayudar a desarrollar una verdadera madurez (a la fecha el coger, correr por tres días o cazar un león a pellizcos no te hace más maduro), cuando mucho generaba aceptación o rechazo y, seguramente unos egos megainflados. Poco a poco se buscó, en la inteligencia, la madurez, que tampoco se dio del todo porque se llegó a extremos de rechazar todo lo referente al cuerpo. Luego entonces, lo ideal es encontrar un equilibrio entre ambas cosas.

Deambulando por diatribas filosóficas llegué (al igual que miles de seres humanos antes y, seguramente, después de mi) a la conclusión de que la idea de madurez que mas me cuadra es -sin importar la edad- "la capacidad de aceptar los resultados de nuestras acciones y responder por ellos de manera sensata". No es un simple "si lo rompes lo pagas o si la embarazas te casas"; es algo que incluye al, muy poco común, sentido común, o sea, pensar antes de actuar y estar presto a tomar responsabilidad por dichas acciones.

Ahora, no siempre es madurez el hecho de pensar en las consecuencias; ahí tenemos la típica respuesta del fumador "de algo me he de morir", al que tiene problemas gastrointestinales que se rehusa a dejar el café, al bebedor empedernido que insiste en manejar su auto o a los amantes que no se protegen y después no saben que hacer con el chamaco (claro, hay mil opciones, pero una actitud responsable les evitaría los dolores de cabeza). Hacer las cosas a pesar de saber que el resultado será desastroso no hace mas que demostrar lo cerca que se está de la adolescencia o de la infancia, sin importar que se tengan 64 años.

La madurez, sin duda, llega cuando ya se descuadró la vida. Si tenemos suerte empezaremos a madurar después de muchos tropiezos, dolores, pérdidas y miles de noches de angustias y desvelos. Si tenemos más suerte podríamos ser hijos de gente madura que nos ayudaría a navegar por la vida sin tanto naufragio o lo mejor, sacarnos la lotería y tener un intelecto envidiable que aprenda y comprenda rápidamente sin necesidad de vivir desmadres y poder madurar a temprana edad. Pero como eso es mucho pedir tenemos que reconocer que el ser humano promedio le huye a la madurez como a la peste y cree poder vivir sin responsabilidades ni enfrentar consecuencias por un largo periodo.

Nada peor que enfrentarse al ser que cree que se ha iluminado y arma el teatro de su vida y de un día para otro rompe con todo, deja sus vicios y gustos, cambia su forma de vestir, de actuar, se corta el cabello y, en pocas palabras, nos quiere hacer creer que ha madurado. Cuando la madurez te llega no lo hace con avisos, señales ni trompetas celestiales; sucede un día cualquiera, de esos en los que caes en la cama rendido de cansancio y la inconsciencia te envuelve mientras un leve atisbo de algo que no llegas a comprender del todo te arranca un suspiro y te da una sensación de paz, de no sentirte víctima de nadie, de no arrastrar el peso de una tarea sino el gozo de realizarla o de haberla abandonado a tiempo, de no tener que demostrarle nada a nadie, de que no sacrificas nada y, sobre todo, de no exigir jamás que se te quiera y/o respete porque hace tiempo que te ganaste ese derecho y el de dormir satisfecho de saber, entender y aceptar que todo cuesta, que todo lo has pagado y te encuentras dispuesto a seguir pagando.

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