La Vida (no tan) Moderna -¿Qué quiere la iglesia?-

iglesia
Del lat. tardío ecclesĭa, y este del gr. ἐκκλησία ekklēsía; propiamente 'asamblea'.

Desde sus primeras horas, el séntido y doloroso periplo que llevó al alumbramiento de la iglesia cristiana es de todos conocido, en miles de lecturas, películas y teleseries hemos visto las dificultades que enfrentaban los primeros cristianos en un mundo en el que gobernaba la maldad de los romanos con sus falsos dioses y emperadores degenerados. Nos hemos acostumbrado a ver al Imperio como una sociedad disoluta hasta la saciedad pero enclavada en la absoluta insatisfacción; misma que les llevó a probar todo tipo de placeres, entre ellos disfrutar hasta el cansancio el sano deporte de matar cristianitos en las formas más crueles imaginables, desde a pura cachetada limpia hasta elaboradas coreografías que incluían animales salvajes, desmembramientos, crucifixiones y servir de alumbramiento público. Pero, vamos, seamos honestos, eso no era un honor exclusivo de los cristianos, los romanos disfrutaban la muerte de los otros sin importar filiaciones teológicas, lo mismo ardía un galo, que un picto, que un germano. Efectivamente hubo emperadores que tuvieron una cierta predilección por los cristianos por ser víctimas pasivas frente a la tortura a diferencia de los otros que tendían a ser un tanto rejegos y dignos.

Nuevos descubrimientos han demostrado que los cristianos romanos vivían un tanto cuanto en santa pax romana la mayor parte del tiempo. Las ruinas de Pompeya y Herculano han dado cuenta que para el el 24 de agosto del año 79, había una saludable porción de cristianos en ambas ciudades (y no nada más esclavos y pobres como siempre "nos lo vienen manejando"). 

Por unos cuatrocientos años, los cristianos convivieron con toda clase de dioses y se cree que algunos de ellos no dejaban de ser devotos de otras deidades (entre las que estaban dioses y diosas que después serían degradados a santos y vírgenes gracias a la popularidad y afecto que el pueblo les tenían -y en una de esas, hasta por un "notentumasnovayasiendo"-).Al parecer, tanta oferta de panteones, termino por generar una sociedad dividida por facciones teológicas que, desde sus respectivas asambleas, terminaron por ser fuerzas políticas que desembocaron en una ingobernabilidad de proporciones... er... bíblicas.

Me encanta imaginar la idas y venidas que tuvieron que dar los arquitectos del cristianismo oficial en una lluvia de ideas frente al emperador Constantino que buscaba unir a toda la sociedad romana bajo un sólo estandarte, es evidente por qué eligieron el cristianismo a las otras opciones; los cristianos eran una gran mayoría porque, efectivamente, era la religión de los esclavos y pobres (aunque, no sólo de ellos), eran más ignorantes, supersticiosos, menos cínicos, muy proclives a creer cualquier cosa y, sobre todo, obedientes. Bajo esa premisa, los constructores de la nueva religión oficializada -aun no la única- comenzaron a practicar el muy actual deporte de favorecer a los pobres (sólo porque eran mayoría, no porque les interesaran, igualito que ahora), de esa forma podían evitar que estos se aliaran con invasores (cosa muy común por esas fechas) y manipularlos desde sus dogmas de "buenitud y entregamiento".

Digamos que la iglesia romana nació corrupta, ávida de control y poder, por muchos siglos logró cumplir con ambas metas al hacer de Europa y el resto del mundo conocido (y conquistado) un lugar teocrático a pesar de, aparentemente, estar gobernado por reyes, por eso en su soberbia le dio por utilizar la palabra "católica" entre sus títulos, presumiendo el triunfo de ese dogma sobre todas las naciones del planeta. No conformes con gobernar sobre los reyes, la iglesia siempre estaba pendiente de tres cosas: que no se dudara de la existencia de dios, que no se vieran afectados los intereses y posesiones de la iglesia y, finalmente, que la ignorancia y la sabiduría estuvieran repartidas de forma desigual para mantener el poder en una especie de equilibrio desbalanceado (a mayor cantidad de ignorantes, menor cantidad de gente con conocimientos, mismos que sólo podían ser adquiridos en lugares sancionados por la propia iglesia). Una vez que se logró mantener la hegemonía, la iglesia se volcó sobre lo único que parecía ingobernable, la intimidad. Era sabido por todos que los antiguos dioses celebraban el gozo y la fertilidad, divinas acciones que afortunadamente suelen ir de la mano. Entre vino, comida y festejos, la sexualidad se manifestaba abiertamente (decía Michel Foucault "los cuerpos se pavoneaban" en su Historia de la sexualidad) y eran pocos los límites para el placer. Y ahí, en ese placer, fue en donde la iglesia aposento sus reales. El último y verdadero triunfo de la casa del dogma fue entrar, no sólo en las habitaciones, sino en las mentes y los cuerpos de su feligresía, imponiendo leyes para ir a la cama, leyes para detener el cuerpo, para hacer del gozo un sufrimiento y de la sexualidad un demonio. Dios no quiere placer, dios no quiere gozo, dios quiere mortificación y sufrimiento, ahí entra la imagen del cristo crucificado que debe estar presente en todo templo, agonizante, sangrando, lacerado y fracturado; ese hombre-dios que fue martirizado por los pecados de todos; perversa imagen sensualmente dolorosa que sustituye al cristo triunfante en los cielos, rodeado de ángeles y mártires gozosos de antaño. Se impone también la imagen de la llorosa madre, muerta de angustia, cubierta de velos de pies a cabeza, opacando la desnudez de su hijo. ¿Cómo pensar en el placer frente a tanto dolor? Cómo coger a gusto viendo llagas y lágrimas, sangre y manos implorantes (obvio si hay forma pero es una de las catalogadas como perversiones -que no es malo ser perverso, eh? Nomás que haya consenso-), entonces hay que penetrar, salir y rezar por fecundar. Para que haya hijos suficientes para llenar los cielos de cristianos que canten alabanzas y no duden de la presencia de dios en sus vidas.

Quien tapa los ojos, tarde o temprano, se cansa y baja las manos, tampoco puede evitar que sucedan cosas a su alrededor y a la iglesia le ha ido pasando exactamente lo mismo, después de casi mil años de dominio, la humanidad avanzó, con o sin su permiso. El Renacimiento trajo nuevas ideas, descubrimientos que atentaron contra la infalibilidad de dios y sus representantes; la ciencia empujó y salió avante a pesar de las protestas, encarcelamientos y asesinatos de los librepensadores por parte de los piadosos hombres de fe. Conforme el mundo se ha ido reduciendo en misterios, la ciencia le ha comido el terreno al dogma, a la superstición, la iglesia no ha tenido opción que doblar las manos frente a las evidencias acostumbrándose a la continua genuflexión frente a los resultados cada vez más sorprendentes de la inteligencia de los seres humanos sin intervención del famoso dios que, supuestamente los guía. Por supuesto no pierde momento para decir que todo es obra de dios y no deja de tener poder sobre las mentes débiles, aun acude a la culpa para controlar a los que aun esperan ver a cristo bajar del cielo.

Cristo y su madre dolorosa cada vez están más lejos de los lechos ardientes de los hombres y mujeres que se entregan al gozo, al placer de no tener que procrear para coger con ganas. Esa expulsión anuncia un, no muy lejano, día en que ambos quedarán fuera de los hogares, limitados a los templos de adoración de los que aun se sientan compelidos a pensar que hay seres superiores. La iglesia está adolorida, herida, aunque no de muerte; la iglesia quiere volver; quiere, igual que televisa y tvazteca, resurgir sin cambiar, quieren el placer de sentir la adoración, el servicio del culto, que en los últimos cien años se ha visto tan disminuido en casi todo el mundo. Por eso la iglesia romana cuenta con las iglesias latinoamericanas, la ignorancia y superstición de los pueblos para hacer un último intento por salvar a su dios de las garras de la modernidad que lo corroe. 

La iglesia quiere volver a controlar, a mandar, la iglesia se hace la mustia con sus peroratas de salvar almas cuando lo que desea más que nunca es poder, el poder que les daba ese dios que les ha fallado desde hace más de quinientos años. Quiere volver a estar dentro de las camas de los gozosos, quiere detener el avance del placer, quiere ver al mundo de hinojos, sufriendo, aterido ante la realidad y suplicando por la vida del mundo futuro. Quiere evitar, a toda costa, que el placer homosexual se legalice más allá del permiso a coger sin ser juzgados, quiere evitar por todos los medios que el matrimonio entre iguales se vuelva cotidiano, no quiere ver mujeres gozando juntas, ni hombres tomados de la mano, mucho menos quiere que esas parejas puedan, si quieren, sacar a los niños del dolor de la soledad. No quieren que el mundo se vuelva un lugar de placer, no quieren perder la oportunidad de torturar a las almas en vida con la posibilidad de un infierno tras la muerte, no quieren dejar al mundo sin el dolor que, según ellos, es el camino a dios y su reino entre las nubes.

La verdad es que las autoridades eclesiásticas no quieren que exista el gozo, la alegría y la sabiduría, no para todos, porque esos son los clavos que su dios más teme, ya que entre mayor es la libertad y el conocimiento de los humanos, más cerca está la última hora de dios y de su iglesia.

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