La Vida Moderna -Ciclos-

“…De la primera causa que dige para que se llamase fiesta de muertecitos que era para ofrecer por los niños quiero decir lo que he visto en este tiempo el dia de Todos Santos y el día de difuntos y es que el dia mesmo de Todos Santos hay una ofrenda en algunas partes y el mesmo dia de difuntos otra. Preguntando yo porque fin se hacia aquella ofrenda el dia de los Santos respondiéronme que ofrecían aquello por los niños que así lo usaban antiguamente y habíase quedado aquella costumbre. Y preguntando si habían de ofrecer el dia mesmo de Difuntos digeron que sí por los grandes y así lo hicieron de lo cual á mí me pesó porque ví de patentemente celebrar la fiesta de difuntos chica y grande y ofrecer en la una dinero cacao cera aves y fruta semillas en cantidad y cosas de comida y otro dia ví de hacer lo mismo y aunque esta fiesta caía por Agosto lo que imagino es que si alguna simulacion hay ó mal respeto (lo cual yo no osaré afirmar) que lo han pasado aquella fiesta de los Santos para disimular su mal en lo que toca a esta ceremonia.”

Fray Diego Durán
Historia de los Indios de la Nueva España e Islas de Tierra Firme

La humanidad necesitó miles de años para comprender ciertos patrones, ciclos, idas y venidas de la naturaleza, dependiendo de las longitudes, latitudes y altitudes en las que se encontrase, interpretarlas y darles un sentido místico y comunal antes de pasar a comprender científicamente las verdades detrás de cada evento natural. Cada región entendió y adaptó a su modo lo que sucedía en derredor. El clima, la agricultura y la ganadería fueron formando y reformando las ideas de las comunidades humanas dispersas alrededor del mundo. Todas con una semilla de tradición y conocimiento básico, que nos acompaña desde la legendaria salida de África, que permitió la geminación y el crecimiento de panteones tan distintos como las variedades de insectos en el planeta.

Casi todos coincidieron con la época de la cosecha para hacer un alto y agradecer, ofrecer lo obtenido como un pago, un tributo a la generosa tierra, al viento, al sol y a todo lo que los seres primitivos podían divinizar. Qué habrán enfrentado algunos pueblos que temían el término de esa época y la llegada del frío, la oscuridad, el hambre, la soledad y la enfermedad. Qué tiene de raro pensar que con el advenimiento del frío los miedos se exacerbaran, que frente a una precaria cosecha las carencias los hicieran temer de más, ver figuras en las tormentas, escuchar lamentos en el viento. Cuántas historias habrán contado los ancianos frente al fuego en las noches ociosas. Cuanta poesía derramada sobre hechos simples para embellecer aventuras de juventud que con el paso del tiempo éstos se volvieron leyendas y mitos y cuentos; los aullidos del viento tomaron forma y carne y tamaño y variedad y el humano reconoció su fragilidad ante lo que no podía entender. Dioses, demonios, fantasmas, vampiros, brujas, trasgos y hadas se asentaron en la mente y los corazones; los miedos tenían forma y nombre. La muerte acechaba a cada paso, pero se le temía más al final del año. Mientras algunos veían en la muerte un enemigo atroz e invencible, otros la encontraban como un paso más de la vida; la agregaron a lo cotidiano, le perdieron el miedo y la miraron con reverencia. Se especializaron en matar y en celebrar la muerte, le dieron razones de ser y de esos porqué surgieron creencias que fortalecieron sociedades.

Cada grupo aprendió a reconocer y celebrar, con dicha, con miedo, con añoranza; los festejos fueron, sin duda, pilares y orgullo de cada comunidad. Las guerras, las conquistas, las invasiones, las anexiones y los alianzas fueron sazonando y enriqueciendo ese guiso de ideas y jaleos. A nuestros días llegan como ecos distantes, disminuidos conceptos de lo que en su momento pudieron ser fiestas magnas, llenas de pompa y boato. Enriquecidas por unos, empobrecidas por otros, cada opresor decidió que se podía quedar y que debía irse, fueron pocos los sometidos que lograron colar entre lo impuesto sus ideas originales, transformadas, suavizadas para no levantar sospechas, para dejar fe de lo que alguna vez fue y nunca volverá a ser.

Somos resultado de miles de años de andanzas, de conocimiento, de superstición, nuestras ideas modernas son la colada de miles de filtros, censuras y deseos, de imposiciones y escamoteos. Por qué se ha de detener el maridaje de fiestas, si al final lo que fue de unos ahora es de todos. No tenemos idea de lo que perdimos tras la conquista (y en una de esas hasta salimos ganando) y ahora algunos se llenan de angustia y enojo frente a la perspectiva de festejar el Halloween (All Hallows Eve), mismos que han aceptado al niño Jesús y su corte de vírgenes y santos como si fueran nuestros, han vuelto peyorativo lo prehispánico, pero sólo en la víspera de todos los santos se vuelven defensores a ultranza de un festejo cristiano que dejó, casi por piedad, colarse a los elementos de una fiesta de las muchas que fueron olvidadas forzadamente; pero hubo quienes vieron una forma de decirle a sus dioses, a sus muertos que no los olvidaban, se aseguraron que entre toda la parafernalia religiosa europea sus ideas paganas echaran raíces, crecieran y dejaran espacio para enriquecerlas más. Qué de malo puede tener agregar un poco de mito, qué más podemos perder después de perderlo todo, cuánto daño hará una calabaza con luz, compartir chucherías y encontrar placer en lo que alguna vez dio miedo, que mejor que ayudar a los vencidos -sean aztecas o celtas o galos o zapotecas o germanos-, que fueron arrojados al infierno y obligados a ver a sus dioses como demonios, a recuperar un poco de luz en el escenario.

Una vuelta más de la tierra alrededor del sol, el tiempo de las cosechas ha terminado, el otoño avanza en el hemisferio norte, los vientos se enfrían y el invierno empieza a dejarse oler; triste la naturaleza se despoja de los mantos verdes y deja que los ocres, oros, sepias, violetas, naranjas y amarillos la cubran y se enseñoreen de las vistas; los últimos frutos de la tierra se han recogido, las hojas secas, moribundas, caen sin cesar, los caminos quedan sepultados por la crujiente hojarasca (la irónica capa de muerte y putrefacción que se prepara para dar más vida a la tierra), en las ciudades los mercados se llenan de los olores y sabores inconfundibles de esta época, sabores y olores que nos acompañan desde la infancia de nuestra especie y nos seguirán acompañando más y más mestizos, hijos de encontronazos de culturas que, afortunadamente y al paso del tiempo, cada vez se mezclan más.

Comentarios

En el norte de México tenemos oportunidad de ver con mayor precisión la llegada de las estaciones, acompañadas de todas esas extrañas características a las que ya deberíamos estar acostumbrados y sin embargo nos siguen causando incertidumbres.

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