El Picahielo

Como todas las tardes, aburrida y cansada de generar problemas, la hermosa bruja bajó a su arena personal. No era reina, ni emperatriz, era una simple bruja, pero muy poderosa; a base de hechizos había logrado horadar la montaña y y construir dentro de ella un hermoso palacio, lúgubre es cierto y un tanto húmedo, pero cómodo y funcional. Habiendo probado todos los placeres del mundo, y los de otros, descubrió en la lucha una pasión absoluta, claro, ella no luchaba, sólo era espectadora de un fuerte acto de vida y muerte.

Muchos esclavos habían muerto en la arena, hombres, mujeres, jovenes y niños, animales de todos los niveles de la existencia, seres imposibles de otros universos, pocos habían sobrevivido, y menos pocos habían logrado su libertad de los profundos calabozos. Disponía de una red de cazadores que recorrían el amplio corredor de las realidades conocidas capturando esclavos para el deleite de la bella bruja. 

Los 9 soles distantes comenzaban su lento descenso en el horizonte cuando tomo su lugar en el trono de diamante, manos  fantasmales ajustaron sus diademas y ropas, untaron unguentos en su piel y peinaron sus cabellos y sirvieron vinos dulces y aromáticos. No soportaba presencias reales cerca de ella, por eso se rodeaba de fantasmas y espectros de sus antiguos enemigos y de amores que la rechazaron, obligados a servirle por toda su vida.

Cuernos espectrales anunciaron el inicio del encuentro, aguzó su mirada y los vio salir, uno frente al otro, eran perfectos reflejos uno del otro, altivos, serenos, hermosos, fuertes, poderosos. Se prendó de ambos, los deseó, temblo de amor y miedo al pensar en el final del encuentro. Deseó detenerlos, pero la curiosidad le dominaba, cuál ganaría si en todo eran idénticos. Tronó los dedos de su delicada mano y entre volutas de humo apareció el cazador que los había encontrado; asombrado se postró a los pies de su dueña y escuchó con atención sus preguntas sin atreverse a levantar el rostro del suelo. Ella preguntó por el origen de esos seres perfectos que se encontraban frente a frente esperando el sonido del cuerno para luchar a muerte. El hombre -si es que los cazadores eran, o habían sido, hombres-, le narró que en un lugar de una puesta de sol eterna, dos ejercitos se enfrentaban, millones de seres perfectos e identicos luchaban por el honor y la justicia de sus generales; que no fue nada difícil extraer a esos dos entre el caos reinante y que en ningún momento habían opuesto resistencia ni miedo al escuchar el nombre de la poderosa mujer, dijo el hombre pegando con más fuerza su rostro al piso, temiendo por su vida. Ella le miró sin verlo, chasqueó los dedos y tras una breve erupción de luces y humo, el hombre regresó a sus habitaciones subterráneas.

La bruja, espléndida y sensual, lanzó un brindis alabando la belleza y el poder que emanaba de los contrincantes, prometió unir su vida al triunfador, cubrirlo de riquezas, llamarlo amo y olvidar la brujería. Ninguno de los dos pareció escucharla, sus rostros seguían fijos y congelados, como imágenes labradas en piedra. Avergonzada por tal exabrupto y la falta de respuesta, se sentó ruborizada en su trono, pensando en las formas que tendría de vengarse de quien triunfara por ignorarla en el único momento en su vida que había demostrado emoción alguna y con un aplauso indicó que el cuerno sonara para dar inicio a la contienda.

Los ojos de ambos personajes se encendieron con furia, un viento súbito se levanto en la arena subterránea y se formaron torbellinos, negras nubes acudieron a cubrirles, rayos y relampagos cegaron a los pocos que atisbaban desde sus mazmorras el encuentro de los seres que no se movían; un poderoso terremoto sacudió la montaña, ríos de lava surcaron la herida tierra y hubo malestar en todas las naciones; el círculo en el que se enfrentaban se llenó de agua y una tempestad se fugó inundando 3 cuartas partes del mundo, las primeras estrellas se desprendieron del cielo y cayeron por tierra, uno a uno los soles se apagaron y reinaron las tinieblas. Los imponentes luchadores seguían sin moverse.

Horrorizada, la bruja lanzó hechizos contra ellos, pero éstos resbalaban por su piel como gotas de rocío. A voces les hizo promesas, propuestas y exigencias, pero no había oidos para sus palabras, las plagas y desastres seguían ocurriendo. Finalmente, agotada y moribunda, comenzó a entonar un canto antiguo, la realidad se doblo, se estiró y se deshebró en miles de hilos brillantes hasta que el mundo y sus habitantes dejaron de ser.

Miguel y Lucifer se miraron, estaban frente a frente, despertaban de un sueño de segundos y retomaron sus insultos en el campo de batalla...

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