Ni me defines ni te defino

Dime con quién andas y te diré quién eres.

Así reza un refrán que, para muchos, es una piedra angular para definir la forma en la que se relacionan socialmente. Para otros es sólo un refran, una frase que puede estar llena de una forma demasiado simplona de ver la vida.

No hace mucho un alguien me preguntó, con un cierto nivel de consternación y preocupancia, si otro alguien era mi amigo y ante mí respuesta afirmativa dejó de ser mi amigo y yo, siendo como soy y, peor aun, como me he vuelto, le miré partir con una sonrisa en la cara, completamente despreocupado ya que si él, o cualquiera otro, piensan que son mis amistades las que me definen, es mejor que no permanezca junto a mí. 

Tal vez les suene a extraterrestre o nomás a pinche loco pero mis padres me educaron de una forma que, hasta hace algunos años, pensé que era la más normal. Verán, en casa no había límites para las amistades, ni género, color, raza, credo, condición económica o preferencias sexuales (algún día les contaré de Albertito o de Loli) a todos se les recibía con sonrisa y se les miraba partir con una más amplia (generalmente mi hermano y yo eramos los tranquilos, o sea... ¡SOCORRO!).

Entiendo que hay personas EXTREMADAMENTE difíciles de tratar y que no todo el mundo tiene la paciencia para hacer el intento. Sin embargo yo me puedo preciar de ser amigo de varias de esas personas, y no de dientes para fuera, amigos neta, de años de conocernos, tratarnos y sobrevivir nuestros malos ratos. Típico que me dicen "¿eres amigo de X? ¡Ay qué horror! Avísame cuando le veas para no estar presente" ¡jeh!, lo que la gran mayoría de personas no saben (o no entienden) es que son iguales a X para alguien más.

En la infancia, mi hermano y yo, tuvimos nuestros besties, onda tipo BFFL (por lo menos en ese momento porque ya nunca los volvimos a ver) y eran los hijos de la señora que ayudaba a mí mamá. Para nosotros nunca hubo una diferencia entre ellos o los hijos del jefe de mi papá (bueno, sí, la neta era más divertido jugar con nuestros besties que con el par de mariquitas chillones que a todo le ponían pero; "ay, dice mi mamá que no brinquemos de la azotea que nos podemos fracturar; ay, dice mi papá que el río no es seguro y que hay lugares muy hondos y que eso es muy peligroso; ay, me picaron las hormigas; ay, ya me mordió la serpiente; etc.).

También están los que juzgan a las amistades por sus, eh... digamos, poco éticos modos. Tengo amigos que no son amantes sino amantísimos de lo ajeno; otros mentirosos; estafadores; políticos... en fin, que son lo que amistosa y socialmente se define como unas joyitas. Generalmente ninguno de ellos se presenta diciendo"hola, soy una rata de albañal y harías bien en cuidarte de ser visto conmigo o dejar tu cartera desprotegida", no, eso nunca pasa, por lo que no te enteras hasta que, te birlan algo o alguien te viene con el chisme "me apena mucho ser yo quien te diga que tu amigo es una rata de albañal y harías bien en cuidarte de ser visto con él o dejar tu cartera desprotegida". Pero tampoco me hace cambiar la opinión de algunos de ellos que han probado con el tiempo ser personas extraordinarias, si uno hace de la vista gorda que se dan sus mañas (y mantiene a resguardo las cosas que les atraen).

En la adolescencia es muy común que se busquen grupos de pertenencia, afortunadamente crecí entre grupos de personas tan diferentes, tan disímbolas, tan tirándole a eclécticas, que por lo general hizo que ser amigos fuera un triunfo a pesar de nosotros mismos. Recuerdo que, a veces, no era fácil pertenecer a todos los grupitos, ya que algunos exigían exclusividad, pero, (inicia momento de soberbia) en las inmortales palabras del increíble Iván (qepd), "los gorditos tenemos gracia huasteca" por eso podemos caber en muchos lugares (finaliza momento de soberbia).

Fresas, reventados, nerds, alcohólicos, drogos, fantasmas, coquetos, simplones, feos, santas, golfas, divorciados, estrellitas marineras, bohemios, madres solteras, padres irresponsables... Cualquier etiqueta, juicio malpedo o realidad, jamás dejé o he dejado que nuble mi forma de ser o interfiera con mi sentimiento amistoso. Claro, hace imposibles las reuniones, porque entre todos se erizan gacho y se cortan solos (aclaro, tengo límites y, aunque creo en el perdón, si me a tocado mandar a chingar a su madre a dos o tres por pasarse de inteligentes conmigo).

No soy inmune, una vez me clavé en una relación y entregué la voluntad sin cuestionamientos; ante la intolerancia de mi ex y mi decidida obediencia, dejé de ver a todo mundo y fue poco a poco que comencé a recuperar lo perdido, pero el yo verdadero, el neta, se impuso y después de varios años, regresé a ser yo mismo, sin necesidad de pedir permiso a NADIE para ver a mis amistades (obvio me quedé soltero, ¿ve'á?). Con el paso del tiempo descubres que para ser amigos, no necesitas estar como lapa huelepedos las 24 horas del día, que a veces basta con una llamada, un correo, un whatsapp o un facebookazo, digo ya de a perdis. Lo vivido, lo experimentado no lo quita nada, no hay forma de editar el tiempo; sí, la vida llega a ser perra y lanza a los amigos a distintos lugares, a distintas personas y, tal vez, lo que fue no se mantenga intacto, pero algo permanece, siempre.

"Siempre quise ser tu amigo" me escribió Fulanito de Tal por facebook una vez, "desafortunadamente ví que eres amigo de gente sin clase"; desde luego que no le detuve ni pregunté a quién se refería, porque para mí TODOS mis amigos son extraordinarios, considero (según yo) tener una mente menos constreñida a las pendejadas e hipocrecías sociales y morales por lo que hasta un exquisito tan delicioso como ese podría haber sido un  buen amigo, pero decidió marcharse. Otro querido amigo dejó de serlo porque tuve a bien defender a una mujer que se dedica a estacionar autos, ya que para él ese tipo de personas son mucho menos que humanos y su frase de despedida fue un ridículo "¡jamás te creí capaz!". Algunos gays y otros heterosexuales se alejaron de mí, unos por temor a ser balconeados, los otros ser etiquetados como gays por ser mis amigos, cada quien sus inseguridades. También me parece curiosa la actitud de algunos gays que me reclaman el hecho de tener amigos heterosexuales "me encantaría acompañarte al café, pero organiza uno gay y voy"... ¡???! Yo prefiero organizar mis cafés con humanos, lo que se cuelguen y etiqueten, es problema de cada quien.

Mi nombre es Víctor Manuel Fernández Patiño, a la fecha cuento con 45 años de edad, soy homosexual, diseñador gráfico, ateo y nerd, de lo anterior nadie tiene la culpa ni me han conducido por esos caminos, todas han sido decisiones tomadas por mí y para mí, sin importarme a quién le molesta o le agrada, si son mis amigos, sabrán respetar, como (digo yo igual y no, pero ya me lo dirán) yo respeto. En un mundo en el que muchas barreras van cayendo y seguirán haciéndolo, imponerse bloqueos mentales por religión, "condición social", preferencias sexuales, ideologías, etnia o vicios, me parece una pérdida de tiempo y, sobre todo, un desperdicio de oportunidades para conocer personas maravillosas que ni me definen ni les defino.

Dime con quién andas y te diré quién eres... Es una forma muy cruel de decir que la persona en cuestión es un pelele manipulable, pusilánime, falto de carácter y sin voluntad. Así que, procuren no considerarme dentro de ese rango, digo, para que no se ganen un boleto (de ida y vuelta, eso sí) para dirigir sus pasos a la autora de sus días y hostigarla en repetidas ocasiones.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

A veces me siento y pienso...

Ana Laura Patiño Talamantes

Jotitos del Metro -o las perras de las dos tortas- Prohibido tomar fotografías